El
día quince nos levantamos a las siete de la mañana para acercarnos a la parada
de autobuses de Nong Khiaw a comprar nuestros billetes para el autobús a Luang
Prabang.
Después
de quince minutos andando llegamos a la estación, nos habían informado que el autobús salía a las 8:30 am pero primero que nos
sorprendió fue que, según nos informaba la vendedora de los tickets, el autobús no saldría hasta las 9:00am.
Preguntamos dos veces para asegurarnos bien y efectivamente ella nos repitió
que el autobús salía a esa hora tal y como nos había escrito en el billete. Así
que como nos quedaba una hora y media larga para salir decidimos buscar un
sitio para desayunar. El problema fue que el único sitio donde había buen
desayuno a precio competitivo era al otro lado del río en el área de las guest
houses.
Ya
eran las ocho y media cuando decidimos que era hora de ir hacia la estación y,
según cruzábamos el puente, vimos como un hombre montado en una moto nos hacía
señales. Resulta que nos venía a avisar de que teníamos que correr porque el
autobús estaba lleno y salía ya. Nosotros le dijimos que en nuestro billete nos
habían escrito que salía a las nueve y que no teníamos la culpa de eso. El
hombre se enfadó y quiso que le pagáramos 10.000 kyps por llevarnos en la moto
pero al final aceptó llevar primero a rosa y luego llevarme a mí.
Cuando
llegué a la parada de autobuses la gente vi que nuestro autobús no era más que
una de las típicas camionetas con bancos corridos a los laterales donde se
habían apiñado una pareja de turistas y un grupo de lugareños que hacían el
mismo viaje que nosotros. Así que después de pedir disculpas nos subimos a la
furgoneta y arrancamos en dirección a Luang Prabang.
El
viaje fue de lo más entretenido ya que el conductor decidió no dejar ni un solo
bache de la carretera por explorar y, teniendo en cuenta el tipo de vehículo en
el que viajábamos, os podéis imaginar los botes que pegábamos. De cuando en
cuando pasábamos cerca de vendedores ambulantes y, ya fuera por decisión del
conductor o porque se lo pidiera alguien del pasaje, se paraba la camioneta y
la gente bajaba a comprar fruta o verdura. Nosotros no pudimos resistir la
tentación y nos compramos a bajar melones a un puesto ¡¡¡¡¡5 melones por 1€!!!!!!
Llegamos
a la estación norte de autobuses de Luang Prabang sobre las 11am y en el
momento de bajarnos nos acoplamos a la pareja de franceses que venía en el
autobús con nosotros para compartir el precio del tuk tuk hasta el centro.
Luang
Prabang es patrimonio de la humanidad y hace fiel honor a ese título. Rodeada
por el Mekong y el Nam Khan la ciudad que antaño fue capital del reino de Laos
es un delicioso coctel de templos milenarios y maravillosas villas coloniales
francesas todo ello rodeado de un ambiente apacible y relajado que invita a
quedarse y olvidarse del resto del mundo.
Enseguida
que llegamos al centro conseguimos una guest house muy agradable por 60.000
kyps con un dueño encantador, dejamos nuestras mochilas y fuimos a dar una
vuelta por la ciudad en busca de un lugar donde poder comer. Llevábamos unos
minutos caminando cuando nos encontramos a una pareja de españoles que habíamos
conocido en Muang Ngoi Neua, ellos ya llevaban unos días en Luang Prabang y,
cuando les comentamos nuestras intenciones, enseguida nos recomendaron un
pequeño puesto de sopas llamado SomCham (Sum) Noodle en la calle del mercado de comida nocturno. Y no se equivocaron
desde ese día fue mi puesto favorito donde me alimenté sólo y exclusivamente de
sopas.
Pasamos
la tardenoche paseando tranquilamente por las pequeñas calles de la ciudad
dejándonos embaucar por esa personalidad especial que tienen las ciudades
coloniales del sudeste asiático. Y es que Luang Prabang multiplica su belleza llegada
la noche cuando sus calles, templos y villas coloniales se iluminan mostrando miles
de maravillosas postales que se anclan en tu memoria.
Al
día siguiente y siguiendo nuestra tradición, volvimos a buscar el mejor
desayuno de la ciudad. Esta vez se trataba de un restaurante junto al río Mekong
que ofrecía un excelente desayuno americano por sólo 2,5€. Después de llenar
nuestros estómagos alquilamos una motillo (130.000 24h) y nos fuimos a visitar
las cascadas de Kuang Si a 35km de la ciudad por una carretera deliciosa entre
montañas y arrozales.
Cuando
llegamos y, después de visitar el centro de recuperación de osos maltratados
que hay antes de llegar a las cascadas, lo primero que nos sorprendió fue el ruido y fuerza
que llevaba el agua. Una vez más, al ser temporada de lluvias, las cataratas
mostraban su cara más salvaje vomitando agua violentamente desde su salto
principal a una altura de 50 metros.
Foto robadda del blog de mis amigos Eva y David en su viaje por el sudeste asiático. Pero es que era más bonita que las mías. www.http://darlingtrip2013.blogspot.com
esta es la mejor de las mías
Luego
el agua desciende por cascadas más pequeñas y se acumula en numerosas piscinas donde unos se puede pegar un chapuzón y
como fue mi caso, hacer el cabra desde un árbol. En época seca el agua de estas
piscinas tiene un precioso azul turquesa pero en nuestro caso nos tuvimos que
conformar más agua y un color algo más turbio.
Al llegar a la catarata principal tomamos el
sendero que sale a mano izquierda y que sube hasta lo alto de la cascada.
Después de un rato escalando por el pequeño camino de tierra llegamos a unas
escaleras desbordadas por el agua que llevaban hasta el inicio de la cascada.
Una vez decidimos cruzar el río para bajar por el otro lado de la cascada. Ya
podéis imaginaros que, lo que en un principio parecía una aventura sencilla, se
convirtió en un suplicio por la fuerza que llevaba el río que incluso se cobró
una víctima en forma de chancla de Rosa.
Para reponer fuerzas después de la pequeña aventura
nos sentamos a comer nuestro último bocata de embutido español disfrutando de
la catarata y, como broche final, a la vuelta a Luang Prabang paramos la moto
en un bar a orillas del Mekong que había por el camino y nos sentamos a
disfrutar de una cervecita fría y unas excelentes vistas al maravilloso río.
Ya por la noche nos reunimos con Juanma que había
llegado de Nong Khiaw y se alojaba en nuestra misma guest house y fuimos a
cenar juntos al mercado nocturno. Por desgracia ese día la mujer de mi puesto
de sopas estaba de vacaciones y nos sentamos en uno de las mesas donde puedes
comer todo lo que te quepa en un plato por 10.000kyps. El precio puede parecer
una ganga pero la calidad es muy mala y al día siguiente puedes sufrir las
consecuencias.
Después de la cena fuimos los tres a pasear y nos
encontramos con el chico alemán y el chico austriaco que conocimos en Muang
Ngoi Neua que estaban tomando unas cervezas en la calle con tres chilenos.
Fernanda y Constanza, dos hermanas encantadoras con las que coincidiríamos más
veces en nuestro viaje y otro chico chileno de cuyo nombre no me acuerdo.
Juntos fuimos a tomar unas cervezas a la zona de bares de Luang Prabang hasta
las once y media de la noche que es la hora oficial de cerrar en Laos.
Al día siguiente, mientras Juanma, Fernanda y
Constanza iban a ver las cataratas, Rosa y yo aprovechamos la mañana para
pasear y visitar Luang Prabang a la luz del día, cosa que no habíamos hecho
todavía, y relajarnos en el bar Utopía junto al río.
Por la noche volvimos a
reunirnos todos para cenar y tomarnos unas últimas cervecitas de despedida
porque Rosa y yo nos íbamos a Paksé al día siguiente en un viaje interminable.
Pero eso será parte de mi próximo post.
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