El
veintiocho de agosto nos levantamos temprano para continuar con nuestra ruta
hacia el sur del Laos y llegar al archipiélago de las 4.000 islas.
Hicimos
el chek out en la guest house pero reservamos una noche para nuestro viaje de
vuelta ya que tendríamos que volver a parar en Pakse en nuestro regreso a
Bangkok. Al salir de la guest house regateamos con un tuk-tuk y conseguimos que
nos llevara a la estación sur de autobuses por 20.000kyps. Una vez allí, y después de preguntar varias veces por un
autobús a Don Det, nos montamos en una de las ya archiconocidas camionetas y
nos pusimos rumbo al sur.
El viaje como todos los que hemos disfrutado en Laos fue tranquilo y pudimos disfrutar de los maravillosos colores verdes de los arrozales que resaltaban sobre el gris de las nubes que descargaban tormentas a nuestro paso. De vez en cuando parábamos en los pueblos para dejar o recoger gente y en ese momento nos veíamos invadidos por mies de vendedores de comida que te ponían sus brochetas de pollo literalmente en tu cara para que se las compraras.
Sobre
las dos de la tarde llegamos al pueblo de Ban Nakasan donde parten los botes a
Don Det. Bajamos de la camioneta y nos acercamos andado hasta el muelle donde
en una pequeña oficina se venden los tickets para los botes que cruzan el
Mekong en dirección a las islas. Enseguida que compramos los billetes apareció
un pequeño bote de popa larga que sería el encargado de llevarnos a nuestro
destino.
Las cuatro
mil islas es el nombre que se le da al archipiélago fluvial del Mekong situado
en la frontera entre Laos y Camboya. Aunque su nombre suene magnífico, la
verdad es que muchas de esas cuatro mil islas son islotes que salpican el cauce
del río Mekong y que durante la época de lluvias quedan sumergidos bajo sus
aguas. No obstante su tranquilidad, paisajes, sus increíbles puestas de sol y la posibilidad de ver a los
delfines de agua dulce, animal en peligro de extinción, hicieron de este sitio
uno de los destacados de nuestro viaje.
Nada más salir de nuestros bungalows nos cruzamos con una pareja y les pregunté donde se podía comer bueno y barato. No lo dudaron un momento y nos comentaron que el mejor sitio para comer era el Happy Bar a pocos metros de donde nos alojábamos. Y no se equivocaron, el happy es el típico bar chill-out de colchonetas en el suelo, pintadas de bob marley, televisión con películas y donde casi todos los platos de la carta los puedes transformar en happy por unos pocos kyps más.
Desde
ese día este fue nuestro cuartel general del que nos costaba levantar el culo.
Y es que en Don Det, el ritmo tranquilo y pachorro de la isla se te va metiendo
poco a poco en el cuerpo y como, como te descuides, quedas atrapado en él. La
verdad es que fue una suerte aterrizar en estas islas en temporada baja cuando
no hay tanto turista fumado en busca de alcohol, marihuana y fiesta.
En
nuestro segundo día y para no perder el ritmo encontramos un lugar excelente a
orillas del río con un desayuno americano por 20.000kyps. Ya con el estómago
lleno decidimos que era hora de visitar la isla. Don Det es pequeña y fácil de
recorrer incluso andando, pero como nuestra intención era cruzar el puente que
une la isla con la cercana Don Khong y visitar las cascadas, decidimos alquilar
un par de bicis.
El
camino de vuelta se hizo más duro de lo que pensaba. Yo no sabía si era por el
sol de justicia, por la bici tamaño mini o porque ya no tengo 18 años pero el
caso es que me iba muriendo con cada pedalada que daba. Rosa de vez en cuando
paraba para sacar fotos a los maravillosos pasajes momento que yo aprovechaba
para bajarme de mi tormento y caminar un rato erguido para relajar mis riñones
destrozados.
Una
vez en el pueblo dejamos las bicis, nos duchamos para quitarnos la sudada de
encima y, como ya venía siendo costumbre, fuimos a pasar la tarde, cenar y ver
el anochecer al happy bar. Cuando estábamos allí el camarero Suny, un chico de
Londres que llegó a la isla para pasar tres días y ya lleva tres años, me
comentó que había una fiesta de cumpleaños de la hija del dueño de otro bar y
que invitaba a todo el mundo a bebida y comida en su bar por la noche.
Así que sin pensármelo dos veces me acerqué con todos los del bar para ver que tal era la celebración. Cuando llegué el bar era estaba lleno de gente tanto lugareños como turistas, todos con platos de comida y Lao Beer tamaño xxl. Yo no sabía muy bien cómo proceder así que decidí seguir a la multitud y coger un plato de comida, contribuir a la celebración comprando una cerveza Beer Lao XXL y sentarme a comer en la mesa con otras dos chicas canadienses a charlar de nuestros viajes. Al cabo de un rato se unió otro chico alemán que estaba en los mismos bungalows que Rosa. Pasamos la noche tranquilamente bebiendo, comiendo y charlando hasta que el cumpleaños entro en modo karaoke, momento en el que aprovechamos un descanso entre canción y canción para volver cada uno a su casa y Dios a la de todos.
Así que sin pensármelo dos veces me acerqué con todos los del bar para ver que tal era la celebración. Cuando llegué el bar era estaba lleno de gente tanto lugareños como turistas, todos con platos de comida y Lao Beer tamaño xxl. Yo no sabía muy bien cómo proceder así que decidí seguir a la multitud y coger un plato de comida, contribuir a la celebración comprando una cerveza Beer Lao XXL y sentarme a comer en la mesa con otras dos chicas canadienses a charlar de nuestros viajes. Al cabo de un rato se unió otro chico alemán que estaba en los mismos bungalows que Rosa. Pasamos la noche tranquilamente bebiendo, comiendo y charlando hasta que el cumpleaños entro en modo karaoke, momento en el que aprovechamos un descanso entre canción y canción para volver cada uno a su casa y Dios a la de todos.
Al
día siguiente Rosa y yo decidimos cambiarnos de Bungalows. Resulta que, aunque
los bungalows no estaban mal del todo, la gente que los gestionaba eran un poco
peseteros y tuvieron unos detalles muy feos que no nos gustaron. Así que, como
la isla estaba en temporada baja conseguimos otros bungalows super chulos cuyo
dueño era el del restaurante donde desayunábamos todos los días. Además como también
reservamos dos bungalows más porque ese mismo día venían Juanma y las dos hermanas
chilenas Fernanda y Constanza, nos dejaron la habitación por 25.000kyps.
Después
de desayunar y con la excusa de que había que esperar a los chicos que venían
desde Vang Vieng, nos apalancamos en el happy bar y dejamos pasar el día. Es
asombroso la habilidad que tiene Don Det para bajar tus constantes vitales al
mínimo, de hecho, es gracioso ver como todos los lugareños se mantienen activos
solamente durante la primera hora de la mañana y el resto del día lo pasan
literalmente tirados durmiendo la siesta o viendo la telenovela. Incluso cuando
pedíamos algo en el happy bar, la camarera estaba tumbada en la cocina viendo
la tele y te tomaba nota desde el suelo.
Por fin a media tarde aparecieron los refuerzos y después de los saludos pertinentes, se fueron a duchar y dormir la siesta mientras Rosa y yo nos quedamos en el Happy. Ya por la tarde Juanma fue el primero en aparecer y nos fuimos los tres a dar una vuelta por la isla mientras hacíamos tiempo para que Feranda y Constanza se unieran a la fiesta.
Por fin a media tarde aparecieron los refuerzos y después de los saludos pertinentes, se fueron a duchar y dormir la siesta mientras Rosa y yo nos quedamos en el Happy. Ya por la tarde Juanma fue el primero en aparecer y nos fuimos los tres a dar una vuelta por la isla mientras hacíamos tiempo para que Feranda y Constanza se unieran a la fiesta.
A la vuelta de nuestro paseo las chicas estaban ya en el happy y juntos fuimos a ver la puesta de sol, esta vez en el restaurante de los primeros bungalows donde nos quedamos Rosa y yo porque tenía las mejores vistas de la isla. La verdad es que fue una pasada poder volver a coincidir con tan buena gente y encima en un lugar tan especial.
Al día siguiente Juanma y yo nos fuimos a la excursión de kayaks que empezaba a las nueve de la mañana y donde coincidimos con dos hermanos belgas muy majetes. La verdad es que está muy bien porque por 170.000kyps estás todo el día entretenido y te incluyen el desayuno y la comida. La excursión es una pasada, primero rodeas la isla de Don Det bajando el Mekong y disfrutando de la tranquilidad de sus aguas. Luego paramos en Don Khong y dejamos los kayaks para que se los llevasen a otra parte de la isla mientras nosotros visitábamos otras cataratas ver las cataratas que, una vez más, bajaban con una fuerza increíble. Luego de ver las cataratas volvimos a montarnos en los kayaks y remamos hasta la frontera con Camboya para ver a los delfines.
Fue
una pasada, primero tuvimos que cruzar todo el Mekong que en este punto alcanza
su mayor anchura y encima la corriente nos jugaba malas pasadas haciendo que
nos tuviéramos que dejar los brazos. Pero hacia el final del tramo, ya cuando
estábamos cerca de la orilla de Camboya, vimos los primeros delfines resoplando
por encima del agua.
Comimos
en un restaurante de la zona Camboyana y nos sentamos a descansar después de
toda la mañana remando. Cuando estaba en mitad de mi siesta me despertaron los
gritos del guía diciendo que los delfines estaban nadando al lado del
embarcadero. Fue increíble, grupos de dos o tres delfines que salían unos
segundos por encima del agua mientras nosotros hacíamos lo que podíamos con
nuestros móviles y cámaras de fotos por sacar una foto. Desafortunadamente en
esta ocasión la foto buena se la llevaron los belgas y yo me tuve que conformar
con fotos al color marrón de las aguas del Mekong.
Después
de pasar un rato sacando fotos tocaba volver a cruzar el río para llegar esta
vez a tierra firme en la zona de Laos. Allí nos esperaba otra camioneta que nos
subiría río arriba para dejarnos en la zona del embarcadero de Ban Nakasan para
que volviéramos remando a Don Det. Por el camino paramos de nuevo a ver otras
cataratas impresionantes y de paso ver un poco de Thai Boxing en la tele con
los lugareños.
Cuando
llegamos a Don Det fuimos al happy para reunirnos con el resto del grupo para ir a desayunar y volver a acercarnos a los sunset bungalows a ver la puesta de sol.
Esta fue la mejor puesta de sol de todas las que vimos en las islas y la que nos sirvió de despedida porque que al día siguiente Rosa y yo marchábamos hacia Champasak. Pero eso será parte de mi próximo post
Fantástico post Arturo. Qué recuerdos tan bonitos me traen las fotos y tu relato! Un beso!
ResponderEliminarGracias a ti por participar de ellos.
EliminarUn beso fuerte y nos vemos en la próxima aventura