El
día quince nos levantamos a las siete de la mañana para poder preparar una
mochila con las cosas que íbamos a necesitar en el trekking, y desayunar
tranquilamente en el restaurante de nuestros amigos antes de acercarnos a la
agencia donde habíamos contratado el trekking.
Una
vez en la agencia nos presentaron a nuestros guías locales y a la pareja que
iba a hacer el trekking con nosotros que no eran quienes nos habían informado
la noche anterior. Resulta que nosotros esperábamos hacer la ruta con una
pareja joven de franceses y resulta que nos encontramos con un matrimonio de
israelíes bastante mayorcetes, algo que desde el principio nos escamó no solo
por la mala reputación de los viajeros israelitas sino porque, como se demostró
más adelante, no parecían estar en forma para una travesía como la que nos
esperaba.
Después
de hacer las presentaciones de turno y firmar los últimos papeles, nos montamos
todos en la furgoneta y fuimos al mercado local a comprar la comida que
comeríamos durante los próximos días. Una vez terminadas nuestras compras
volvimos a montar en la “furgo” y nos dirigimos hacia el lugar desde donde
partiría la excursión.
El
espacio protegido de Nam Ha toma su nombe del río que lo atraviesa y ocupa
2,224 km2. Sus densos bosques perennes o semiperennes de media
altura, así como los árboles de hoja ancha de cotas más altas, son el hábitat
de panteras nebulosas, tigres, elefantes, gaures, muntíacos y 288 especies de
aves. Ni que decir tiene que no vimos a ninguno de estos animales. No sé si
porque ya no existen o porque no pasamos por su barrio.
Nada
más comenzar a andar pudimos comprobar que nuestra queridísima pareja de excursionistas
nos iba a dar más de un quebradero de cabeza. Los simples caminitos y pequeños
riachuelos entre las plantaciones de arroz se convertían en arriesgadísimos
pasadizos y escarpados precipicios a sus pies. Rosa y yo nos mirábamos y
queríamos morir, si el paseo por los arrozales era así no queríamos ni imaginar
cómo se comportarían en la selva.
Efectivamente
nuestros peores temores se hicieron realidad en el segundo en que entramos en
la selva. Nuestros compañeros de excursión no daban pie con bola, cien metros
de recorrido se convertían en horas de reloj. El pobre guía que estaba todo el
rato con ellos ayudándoles de vez en cuando nos pedía perdón por no poder ir
más rápido porque “papa y mama” iban muy despacito no podíamos correr. Rosa y
yo nos adelantábamos siempre con el segundo guía, andábamos quinientos metros y
esperábamos a los rezagados sentados en una roca y contemplando la maravillosa
selva que nos rodeaba. La verdad es que los paisajes eran una maravilla y el
trekking una pasada.
A
media mañana y cuando nuestros compañeros ya no podían ni con su alma, los
guías decidieron parar y preparar la comida típica en una hoja de palma. Es un
poco turistada la verdad porque básicamente se cogen un par de hojas de palma y
volcaron sobre ellas la comida preparada que habíamos comprado en el mercado. Pero
la verdad es que está entretenido y después de una buena caminata por la selva
yo tenía un hambre que me moría.
Después
de terminar de comer y descansar un rato volvimos a ponernos en marcha para la
parte más dura de la excursión. Por ahora habíamos caminado por pequeños
senderos o por el río entre enormes árboles centenarios, la siguiente etapa
consistía en subir la empinada montaña con un pequeño descanso para ver una
catarata que se escondía entre rocas y árboles caídos. Rosa y yo nos
adelantamos con nuestro guía particular, el camino la verdad es que no era
fácil pero con esfuerzo llegamos a la cascada a tiempo para hacernos unas fotos
antes de que empezara a caer una típica tormenta tropical. Rápidamente seguimos
subiendo y nos volvimos a adelantar otros quinientos metros para poder
resguardarnos y sentamos a esperar al matrimonio israelí y a los dos guías que se
turnaban para poder ayudar a la pareja a subir la empinada y resbaladiza ladera
de la montaña.
Cuando
llegamos a lo alto de la montaña el paisaje cambió completamente. Fue algo
espectacular, de caminar entre densa vegetación y árboles centenarios pasamos a
vernos rodeados por un tupido mar de hierbas que nos sobrepasaban en altura y
que no dejaban ver a más de un metro de distancia. De vez en cuando entre la vegetación se abría un claro y podíamos ver el espectacular paisaje del parque natural
de Nam Ha a nuestros pies.
Y
por fin después de todo un día caminando por la selva Rosa y yo llegamos a la
aldea donde íbamos a pasar la noche. Se trataba de un pequeño y encantador
pueblo entre las montañas donde vivían las tribus de los Akhas y los Hmongs. El
sitio era algo increíble, la verdad es que en el momento en que paseamos por
sus calles embarradas sentimos como su magia nos empapaba.
Mientras
esperábamos a que aparecieran nuestros compañeros israelitas de excursión,
investigamos el pueblo sacando fotos y grabando vídeos a los niños que se
acercaban curiosos para luego salir huyendo en el momento en el que les
apuntábamos con la cámara. El momento cumbre fue cuando Rosa le dejó su cámara
a un grupo de chiquillos para que hicieran de reporteros. Os podéis imaginar las
caras de los chavales.
Al
cabo de una hora cuando ya anochecía, mientras caminábamos de vuelta de un
extremo de la aldea nos encontramos con un tumulto en medio de la calle
principal. Se trataba de nuestros compañeros que por fin ya habían llegado muertos
de cansancio y gritando que se querían volver a su guest house que no querían
dormir en ese sitio. Fue un gesto feísimo hicieron que nuestro pobre guía tuviera
que encontrar dos motos y bajarles en mitad de la noche hasta Luang Nam Tha.
Bueno
como no hay mal que por bien no venga, Rosa y yo disfrutamos mucho más de la
compañía de los dos guías y de la cena increíble que nos prepararon en la
casita local donde dormiríamos esa noche. Además entre chupito y chupito de
whisky lao nos contaron historias y anécdotas de la cultura local. Fue una
experiencia realmente increíble.
Al
día siguiente nos levantamos temprano ya que en estos sitios se mueven por el
reloj solar y cuando sale el sol a las cinco de la mañana ya están todos en
pie. Mientras nuestros guías se ponían a preparar el desayuno Rosa y yo nos
fuimos a recorrer el pueblo de nuevo. Fue interesante ver como después de un
día la gente ya parecía aceptarnos mejor y los niños ya no tenían tanto recelo
a acercarse a que les hiciéramos alguna que otra foto.
Tras un copioso desayuno de arroz, tofu, verduras y haber puesto mi granito de arena sobre en la cultura local nos pusimos en marcha. Esta vez la caminata fue mucho más sencilla que el día anterior, en parte porque había llovido muchísimo durante toda la noche y decidimos no arriesgar y regresar por caminos más fáciles. A mitad de camino también nos sentamos a comer y como final de caminata paramos en un par de aldeas y luego directos a Luang Nam Tha.
Cuando
llegamos a nuestra guest house nos duchamos y quitamos la mierda de dos días de
caminata por la selva y preparamos nuestras mochilas para nuestro siguiente
paso hasta el pequeño pueblo de Muang Khua desde donde empezaríamos una ruta
preciosa por el rio Nam Ou hasta Nong khiaw y luego seguiríamos camino hasta
Luang Praban. Pero eso será parte de mi próximo post.
Vaya vaya, si nuestro amigo Jerónimo tiene un primo en Israel. Tranquila con las hormigas, Rosa, que en un mundo super poblado los insectos son el alimento del futuro ;-) Este post es de los mejores. Un besazo.
ResponderEliminarya ves tío la sombra de Jerónimo nos persigue. Gracias por seguir el post me alegra que te gustase faltan unos vídeos muy chulos que tengo que subir cuando tenga mejor conexión.
EliminarUn abrazo para todos
No sabes cómo estoy disfrutando de tu blog, Arturo, desde el primer momento que Rosa me pasó la dirección (estoy enganchadísima a vuestras historias!). Por fin, ya en casa, puedo leerte detenidamente y disfrutar de los vídeos y fotos con tiempo. ¡Me encanta! Tienes un discurso narrativo muy ameno y ágil, muy disfrutable, me siento como si estuviera con vosotros cada vez que os leo! Un abrazo muy fuerte, tienes una nueva lectora, fan y amiga detrás de la pantalla. Un besazo a los dos.
ResponderEliminarMe alegro mucho que te guste el blog y no te cortes a la hora de hacer comentarios. Espero que nos veamos en el siguiente viaje.
EliminarUn besote de Rosa y otro mío