Hoy escribo este post
sentado al lado del fuego junto a un grupo de estudiantes internacionales que
han venido a pasar el fin de semana a las montañas y un grupo de filipinos que
no paran de tocar canciones con la guitarra.
Por culpa de los terremotos y volcanes la entrada a la cueva se destrozó y algunos ataúdes se cayeron y rompieron dejando los huesos al descubierto
A la salida de la cueva nos esperaban unas vistas espectaculares de las terrazas de arroz de la zona
Esto es Sagada, un oasis de
tranquilidad y buen rollo que, si no tienes cuidado, te atrapa y no te deja
salir.
Estos dos días han sido una
pasada, desde la primera noche conecté con gente que había en mi guest house,
Alex, Ossi e Ian. Inglés, noruego y neozelandés. Y nos fuimos a tomar unas
cervezas. Sagada es increíblemente tranquilo. Por la noche solamente se quedan
abiertos un par de bares donde los lugareños beben Red Horse mientras que el resto
del pueblo duerme tranquilo en silencio y se puede ver el cielo lleno de estrellas.
Al día siguiente por la
mañana me fui a ver los ataúdes colgantes del valle del eco. Los Igorot que era
la tribu de esta zona de Luzón enterraban a los muertos al aire libre para que
sus espíritus pudieran viajar libres. La verdad es que es muy interesante ver
ataúdes colgados en lugar de bajo tierra. Después nos juntamos en la gest house
y nos fuimos a dar una vuelta por entre las montañas. El paisaje, es muy
parecido a los bosques del norte de España, llenos de pinos y helechos. Se te
hace raro pensar que estás en la otra punta del mundo.
Todo fue bien hasta que nos
calló la tormenta del siglo. Bajar por montaña con todo mojado fue se me hizo
más difícil que la bajada del Anapurna. La verdad es que no sé qué coño pasa
pero parece que aunque deberíamos estar en la época seca, aquí no deja de caer
una tormenta cada tarde.
Y como colofón una comida casera cocinada por nosotros en la guest house de alex a base de espaguettis con salsa casera y ensalada española. Ni que decir tiene que la ensalada fue lo más aclamado de la mesa.
Hoy Alex y yo nos hemos ido
de excursión a la cueva de adñkfajd para hacer lo que llaman la “cave conexión”.
Entras por un lado de la montaña y andas 1.4km bajo tierra por una cueva espectacular
hasta que sales por el otro punto de la montaña. Ha sido divertidísimo. Hemos
tenido que escalar, deslizarnos por agujeros donde no cabía un alfiler, cruzar
lagos subterráneos y al final de la excursión hemos podido bañarnos en una
piscina natural dentro de la cueva. Sinceramente es una actividad que
recomiendo a todo aquel que venga a la zona. Merece la pena pagar los 400 php.
En las cuevas también enterraban a los muertos en ataúdes colgantes
Por culpa de los terremotos y volcanes la entrada a la cueva se destrozó y algunos ataúdes se cayeron y rompieron dejando los huesos al descubierto
A la salida de la cueva nos esperaban unas vistas espectaculares de las terrazas de arroz de la zona
Un coco para refrescar el día mientras que los lugareños toman huevos con embrión de pollo....mmmm que rico.
Y por la noche en el buen ambiente se ha apoderado de la guest house. Se ha encendido un fuego en un centro de piedra que hay en el jardín rodeado de asientos. Hay nos hemos sentado todos. Un grupo de estudiantes que han llegado esta mañana, un grupo de filipinos locales con una guitarra, Alex, Ian y yo. La velada ha sido genial. Música, charla animada donde he aprendido mucho sobre las costumbres y situación política de Filipinas gracias a nuestros nuevos amigos.
Desde el primer momento se vio que algo no estábamos haciendo bien cuando no tardamos ni 15 minutos en perder la senda que estábamos siguiendo y encontrarnos en una maraña de zarzas, pinchos, rocas puntiagudas y acantilados bajo nuestros pies. No obstante, y aunque mis piernas, brazos y cabeza se retorcían por el dolor de los arañazos, no perdimos nuestra esperanza viendo que al final de la ladera se encontraba un valle con ganado y un caballo pastando alegremente.
Cuando llegamos a la
guest house, sólo teníamos ánimo para una ducha, una cena caliente y quedarnos
alrededor del fuego contando los mejores momentos del trekking. Menuda manera
de despedirme de Sagada, menos mal que mi siguiente parada, Batad sería uno de
los lugares más bonitos y tranquilos de filipinas. Pero eso será en el próximo
post.
Todo estaba saliendo
bastante bien, el ambiente, la gente, el lugar. Todo cuadraba así que me decidí
a quedarme otro día más. Nada me hacía sospechar que era otra estratagema de mi
karma para joderme al día siguiente.
Me desperté con el sol
entrando por mi ventana y lentamente me levanté para ir a desayunar. Hasta ese
momento todo el día estaba siendo de lo más normal, no fue hasta que me decidí
a ir al baño que me di cuenta de lo que mi karma me tenía preparado.
Como mucha gente de la
generación TIC he sustituido la revista o la etiqueta del champú por el
teléfono móvil como entretenimiento cuando uno está en el baño. Ese día era uno
más, nada de particular, el teléfono móvil aguardaba en el bolsillo del polar
su ocasión para entretener la espera. Pero en un movimiento inesperado el
teléfono encontró el camino para volar junto con la llave de la habitación y
caer directamente en el noble retrete. ¡Joder, joder, joder! Fueron mis sabias
palabras. Y rápidamente extendí mi mano con la esperanza de que no hubiera
ningún daño irreparable en el aparato tecnológico del que dependía la gran
mayoría de mi viaje.
Pero ese era el primer
movimiento de mi karma, ya lo consiguió con mi cámara de fotos y esta vez
volvía a superarse cargándose mi teléfono móvil. Toda mi información de
contactos, la posibilidad de hablar con wasap con mi familia, la alarma, el
calendario, mi cámara de fotos, video, todo, absolutamente todo se fue por el
váter. Maldito karma, ¿no tenías nada mejor que hacer ese día?
Frustrado por ver que el
resto de mi viaje parecía que se iba a suceder sin ninguna foto o vídeo y que
había perdido la mayoría de las anotaciones e información que había conseguido
de los diferentes viajeros, me reuní con Ian para hacer el trekking del día a
una zona llama Malboro Country. Si señor como el paquete de tabaco.
Se trata de una caminata a
lo alto de las montañas que rodean Segada y desde donde se pueden ver
espectaculares vistas de los alrededores. El famoso nombre le viene dado por lo
salvaje de la zona y porque hay un caballo salvaje pastando por los
alrededores. La subida a la montaña se dio sin ningún problema, no tardamos ni
1h. Sentarnos a descansar viendo las impresionantes vistas a los 2 valles. Poco
tiempo después aparecieron Michelle, un chico francés y Pat, una chica
canadiense que decidieron unirse a la expedición. La idea era sencilla,
habíamos subido por una cara de la montaña, ahora tocaba salir por la opuesta.
Algo sencillo en el mapa pero que casi nos cuesta la vida.
Desde el primer momento se vio que algo no estábamos haciendo bien cuando no tardamos ni 15 minutos en perder la senda que estábamos siguiendo y encontrarnos en una maraña de zarzas, pinchos, rocas puntiagudas y acantilados bajo nuestros pies. No obstante, y aunque mis piernas, brazos y cabeza se retorcían por el dolor de los arañazos, no perdimos nuestra esperanza viendo que al final de la ladera se encontraba un valle con ganado y un caballo pastando alegremente.
Después de una hora
conseguimos bajar al primer valle y después de asustar a todo el ganado
seguimos nuestro camino en dirección hacia donde creímos que estaba la
carretera. Digo creíamos porque por aquel entonces ya estábamos totalmente
perdidos. Y por si las rozaduras, cortes y arañazos fueran poco, empezó a
llover como no había llovido en Sagada en los últimos días. Gotas como puños
caían sobre nuestras cabezas mientras nosotros seguíamos batallando entre la
maleza con la esperanza de conseguir llegar a algún sitio donde poder
orientarnos.
Para aquellos que hayan
leído mi post del Anapurna, sabrán que mis zapatillas no son precisamente el
mejor calzado para situaciones resbaladizas, así que os podéis imaginar la
cantidad de veces que mi culo besó el suelo durante las siguientes dos horas
que estuvimos caminando sin rumbo fijo. Incontables veces maldije mi karma.
Por fin, después de
pelearnos con la maleza y los elementos, divisamos unas terrazas de arroz. Esa
era la pista para saber que allí habitaba gente y que tendría que haber una
carretera que nos llevara de vuelta a segada. No obstante la tarea no era nada
fácil. La lluvia por aquel momento ya era más un diluvio que otra cosa y la
maleza que cubría el camino tenía más pinchos que la corona de Jesucristo.
Tardamos más tiempo en hacer
el último tramo que en todo el recorrido anterior. Los pantalones y mis pies
chorreaban agua por todos lados. Y todavía queda volver por la carretera hasta
Segada que no sabíamos que lejos estaba. Menos mal que el karma esta vez me dio
un pequeño respiro y justo en el momento que empezábamos a subir la carretera
apareció una furgoneta a la que no dudamos en parar para ver si nos podía
llevar de vuelta hasta el pueblo.
Imaginaros en el estado que
estaríamos que no dudaron ni un segundo y en seguida se bajó el conductor para
abrirnos la puerta de atrás, limpiar el maletero de cajas y dejarnos sitio para
que pudiéramos subir. Que majos son los filipinos.
jajajaja ya veo que echastes de menos los calcetines de Laura!!! un abrazo muy grande!!!! disfrutalo!!
ResponderEliminarya ves tío, ya se me podían joder las zapatillas en lugar del móvil. Estaría mucho mejor.
EliminarMe acuerdo mucho de vosotros en filipinas