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Mi objetivo para la siguiente etapa de mi viaje era llegar a las playas del norte de Luzón, concretamente a Pagudpud, zona que goza de una excelente reputación como una de las mejores playas de Filipinas. Pero el camino hasta allí fue más largo de lo esperado.
Al carecer de móvil y, como
consecuencia de despertador, el lunes me desperté con la inquietud de saber si
había dormido demasiado y no llegaba a coger el jeepene de las 9:00. Parece que
mi cuerpo se había aprendido la lección y eran sólo las 6:00. Desayuné
tranquilamente y a las 7:00 ya estaba con la mochila a la espalda de camino a
la cima de la montaña donde paran los jeepenes. Esta vez elegí el camino largo
en lugar de los 475 escalones por razones obvias. Llegué relativamente cansado
pero tenía tiempo de sobra para recuperar fuerzas antes de salir así que me
senté tranquilamente y esperé a que saliera el jeepene.
La gente fue llegando poco a
poco includios los colegas alemanes y a las 9:15 salimos dirección Banaue. Ni
que decir tiene que el camino en jeepene es mucho más cómodo que la paliza que
me metí el primer día. 1h por una carretera espectacular. Una vez en Banaue
cambié al jeepene que me llevaría al cruce con la carretera nacional donde
cogería un autobús hasta toguegarao en el norte de la isla y allí finalmente un
atubús nocturno que me traería hasta Pagudpud. Es lo que tiene Filipinas que de
un punto a otro puede que te lleve todo un día de viaje.
Llegué a Pagudpud a las 2:00
AM. Todo estaba a oscuras y no se veía un alma. El conductor del autobús me
preguntó si tenía alguna reserva. –No, respondí – Su mirada fue una mezcla
entre sorprendido y alarmado. Me dijo que tendría que esperar a que llegara un
triciclo para que me llevara a la playa donde estaban todos los resorts. Miré a
mí alrededor y pensé - ¿dónde coño voy a encontrar yo un triciclo a estas
horas? – Bueno pues parece que el karma me dio un respiro y Ramón apareció de
entre la maleza con su triciclo y una sonrisa de oreja a oreja.
Me monté en su triciclo y me
llevó hasta la playa. Estuvimos llamando a todas las puertas de los hoteles
pero ninguna nos abrió. Evidentemente todo el mundo estaba dormido. Así que mi
única esperanza era que Ramón me llevara a dormir a su casa así que le lancé la
pregunta
- ¿Ramón, tú donde duermes? –
- En mi triciclo, en la
parada de autobuses, ¿quieres dormir allí?
- la duda me asaltó por un
momento y aunque Ramón estaba un poquito contentillo por el vino de arroz, su
sonrisa y manera de hablar me daban
confianza.
- ¡Sí, llévame a la parada
de autobuses que hoy duermo allí hasta que mañana por la mañana pueda encontrar
un sitio para descansar.
Dicho y hecho, deshicimos la
mitad del camino hasta llegar al centro del pueblo donde estaba la parada de
autobuses, que no era más que un banco dentro de una carpa situado en un
terraplén cerca del mercado y la estación de policía. Lo bueno fue que enfrente
del banco había una televisión y estaban poniendo starwars. Así que Ramón giró
el banco para que me pudiera tumbar en el mientras veía la tele y él se metió
en su triciclo a dormir. A la mañana siguiente me desperté rodeado de triciclos
y un poco desorientado pero ahí estaba Ramón de nuevo para llevarme de nuevo a
la playa.
Llegamos a la zona de los
resorts y no tardé en elegir el mío, el precio era un poco elevado 800p. pero
la habitación era doble, limpia con baño, tenía wifi y estaba en primera línea
de playa así que merecía la pena pasar una o dos noches. Además tenían cocina
donde podía cocinar mi propia comida.
Dejé mis cosas y pregunté a
Ramón si me podía llevar de nuevo al mercado para comprar provisiones para los
días que iba a estar por aquí. Sonrió sin problemas y me monté en la moto. El
mercado bullía con actividad, había puestecitos de todo tipo de verduras,
carne, pescado, juguetes. Era el típico mercado de pueblo. Yo me movía entre
los puestos preguntando precios en español, porque los números como tantas
otras palabras en filipinas son españoles, y buscando los ingredientes para mi
plato de pasta y tortillita española. Cuando terminé con la compra volví al
triciclo y Ramón me trajo de nuevo al resort. Había llegado el momento de
visitar la playa.
No os podéis imaginar la
sensación de felicidad que me invadió cuando puse los pies en la arena blanca.
Mi cuerpo llevaba ya tiempo pidiéndome playa y Pagudpud le pagó con creces. Una
playa de arena blanca rodeada por cocoteros prácticamente para mí sólo y aguas
azul turquesa con la temperatura perfecta para poderme bañar. La sonrisa me
iluminaba la cara.
Decidí darme un paseo para
explorar los alrededores. Durante la caminata conocía Mikael un canadiense
afincado en Manila que me estuvo dando un montón de consejos sobre donde ir y
que visitar. Además me dio su contacto para cuando vaya a Manila. Ya tengo dos.
También conocí a Chris un
estadounidense super majo y a su mujer Susan una filipina encantadora que se
han convertido en mis vecinos y culpables de que me haya quedado finalmente 4
noches aquí. Desde el primer momento conectamos y hasta el día de hoy hemos
compartido charlas y risas. Son una gente realmente encantadora, me han dejado
su cámara de fotos para que pueda ilustrar este post e incluso anoche Susan y
su hermana cocinaron ¡UNA BARBACOA! Aquellos que me conozcáis sabréis lo
apasionado que soy de las barbacoas así que no os podéis imaginar lo feliz que
me sentía en ese momento. Un lugar impresionante, gente estupenda y una
barbacoa…¿se puede pedir algo más?
Pues sí, Chris comentó –
¿hey art por que no te quedas una noche más y lo repetimos mañana? – y a mí que
no hace falta que me enseñen mucho el capote no tardé en decir que sí. Así que
aquí estoy hoy escribiendo este post debajo de una sombrilla y dejando pasar
las horas hasta mañana que me iré a Vigan para ver el mejor ejemplo de ciudad
colonial española en Filipinas. Pero eso será otro post por ahora me voy a dar
un baño.
Te queda bien el mostacho, tron. Aquí te sigo incondicionalmente. Javier.
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