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lunes, 31 de marzo de 2014

Malengue, solos en el paraiso

El 23 de octubre llegamos a nuestra guest house en Malengue bien entrada la noche y con el cuerpo destrozado. Después de elegir bungalow y, como teníamos los estómagos cantando la Traviata después de un viaje tan largo, enseguida de dejar nuestras mochilas nos acercamos al comedor para cenar.



El ambiente era encantador. Alrededor de una gran mesa rectangular se sentaban varias parejas de turistas franceses y una de españoles que estaban durmiendo en la isla desde hacía unos días. Susana, Carlos y yo encantados con el lugar nos unimos al grupo y enseguida nos pusimos a hablar con la pareja de Barcelona con los que habíamos coincidido también en Kadidiri ajenos a la bomba que quedaba por venir.

LA GRAN ESTAFA
Al cabo de unos minutos nos trajeron la cena y Mike, el dueño de la guest house, se acercó para preguntarnos de dónde veníamos, cuánto tiempo teníamos pensado quedarnos y cuál era nuestro siguiente paso. Fue entonces cuando se abrió la caja de pandora. Nosotros le explicamos que nuestra intención era pasar el día siguiente disfrutando de la isla, dormir una noche más y el viernes nos vendrían a buscar en un bote privado para llevarnos a Dolong desde donde el sábado 26 cogeríamos el ferry público que nos llevaría hasta Gorontalo. Una vez allí Carlos y Susana cogerían un avión de vuelta a España y yo seguiría mi camino hasta Manado para poder bucear en Bunaken.

En cuanto terminé mi pequeña descripción del itinerario que íbamos a seguir Mike se apresuró a decirme que eso no podía ser porque el ferry de Dolong a Gorontalo llevaba estropeado varios meses y no era hacer ese trayecto. La mandíbula se me cayó hasta los pies como en los dibujos animados. Carlos, Susana y yo nos miramos incrédulos sin dar crédito a lo que estábamos escuchando. - ¿Cómo que no podíamos ir  a Gorontalo desde Dolong? – Si ya habíamos cerrado y pagado el itinerario con Urfa en Ampana.
- ¿Quién os ha dicho que había un ferry desde Dolong a Gorontalo?
- Miss Harbour…Urfa - respondimos a Mike con cierta timidez.
- ¡¿Urfa?! ¡Oh no, Urfa no!. Es una mala persona y una timadora…no hombre no, Urfa no, ¡¿cómo os habéis fiado de ella? – En este momento a Carlos, que de por sí nunca se fió de Miss Harbur, se le puso la vena del cuello como un rotulador Edin.

La rabia, la incredulidad y la mala leche se mezclaron en nuestros cerebros mientras asimilábamos la noticia. No podíamos creernos que la persona que tan amablemente nos había explicado todo el sistema de horarios de los ferris, hubiera tenido la poca vergüenza de dejarnos vendidos en una isla en medio de ninguna parte sabiendo que Carlos y Susana tenían que coger un avión al día siguiente.

En el comedor todos nos miraban con pena mientras la ansiedad crecía en Carlos y Susana pensando cómo iban a poder salir de ahí y llegar al aeropuerto a tiempo. Tras cavilar teorías y buscar combinaciones de ferris nos dimos cuenta que no había forma de que Susana y Carlos siguieran con el plan de viaje y se pudieran quedar para disfrutar de la isla de Malengue, sino que si querían coger el avión de vuelta a España deberían salir de la isla esa misma noche a las cuatro de la madrugada. Podéis imaginar la cara que se les quedó a los pobres Carlos y Susana.

Así pues nos fuimos a la cama a las doce de la noche y a las cuatro de la mañana ya estábamos en pie. Carlos y Susana porque tenían que coger el bote para regresar a kadidiri donde montarían en otro ferry dirección a Gorontalo y yo porque, aunque había decidido quedarme en Malengue y seguir mi viaje sólo, quería despedirme de los que habían sido mis compañeros de viaje durante las últimas semanas. Lástima que ni siquiera pudieran quedarse a disfrutar del impresionante amanecer que se podía ver desde la isla.




Ya solos en la isla Sebastián y  yo dejamos durmiendo a Marco y nos fuimos a recorrer la isla camino del puente de teca que unía las islas. La excursión fue chulísima porque subimos a lo más alto de la isla desde donde había unas vistas espectaculares. Aunque lo mejor de todo vino después cuando llegamos a la pequeña villa donde comenzaba el puente y donde pudimos hablar con la gente que amablemente nos invitaba a su casa para enseñarnos lo poco que tenían e intentar mantener una conversación aunque no habláramos su idioma ni ellos el nuestro.





 Después de descansar un rato tras la larga caminata y conversar con los lugareños, decidimos cruzar el puente de teca que llegaba hasta la isla situada enfrente de nuestros bungalows. Fue entonces cuando dos pequeños quisieron venir con nosotros para enseñarnos los secretos del puente y que no nos cayéramos al mar. El puente era una maravilla y las vistas sobre el agua cristalina algo increíble. Podías ver miles de peces de colores esconderse en las rocas al ver pasar tu sombra.









Al final del puente se encontraba la pequeña villa pesquera de casas flotantes donde vivían la mayoría de los lugareños de la zona. Un lugar encantador de casas de madera apiñadas alrededor de una colina que miraba a un horizonte de aguas turquesa. En el centro se alzaba una pequeña mezquita que podía en los cinco rezos diarios. Correteando entre los muelles de madera y callejuelas se mezclaban los niños sonrientes con las delgadas cabras y las pequeñas gallinas. El día a día de esa pequeña aldea era algo mágico.




La gente que quería llamar por teléfono tenía que subir a lo alto de la colina y porque desde allí era el único sitio donde había señal. Resultaba cómico ver como los pocos vecinos con móvil intentaban encontrar señal alargando sus brazos subidos a una piedra para mandar mensajes a sus amigos, novias o maridos en otras islas. Además las vistas a la bahía y nuestra isla eran increibles.



Los días pasaron tranquilos disfrutando del pequeño paraíso donde vivíamos. Éramos los únicos tres extranjeros que habitábamos una isla maravillosa, de paisajes únicos y con una familia encantadora que preparaba una cocina casera exquisita. Y todo ello por sólo 100.000INR es decir 6,4€.

Por la mañana íbamos a hacer snorkel con el bote y por la tarde noche descansábamos en el pequeño muelle mientras veíamos como los niños volvían a sus casas caminando tranquilos por el muelle y los lugareños venían a pescar del banco de peces que siempre se arremolinaba debajo del muelle.







Por último antes de saborear la comida casera que nos preparaba la madre de la familia disfrutábamos de las magníficas puestas de sol y, ya entrada la noche, nos bañábamos en las aguas cálidas mientras jugábamos a remover el plancton que brillaba con intensidad con cada uno de nuestros chapoteos.



Tras cuatro días el domingo 27 noviembre me tocó a mí levantarme a las cuatro de la mañana para coger el ferry que me llevaría a Ampana. Allí me quedaría una noche a descansar después del largo viaje de más de medio día y podría conectarme a internet para ver cuál sería mi siguiente paso del viaje.



El barco fue parando en todo los pequeños puertos de cada una de las islas hasta llegar a medio día a la isla kadidiri donde paramos durante una hora para recargar el barco con comida, pasajeros y mercancías diversas. 




Lo gracioso de la parada ese que mientras paseaba por las calles estrechas de kadidiri me encontré con Linn la pequeña mujer que gestionaba el black merlyn resort donde Susana, Carlos y yo habíamos estado buceado. Ella me reconoció enseguida y vino corriendo a hablar conmigo para contarme como Susana y Carlos se habían encontrado con Miss Harbur en su camino de vuelta y al ir a hablar con ella para que les devolviera el dinero ella se volvió loca de ira e incluso les amenazó con un cuchillo. Los pobres tuvieron que llamar a la policía para que Urfa les devolviera su dinero. Os podéis imaginar que tras este relato yo no quisiera cruzar ni una palabra cuando vi a Urfa en el muelle de Amapa esperando a los turistas que íbamos en el ferry empuñando un garfio en la mano. Por más que quise decirle tres o cuatro cosas, preferí dejarlo pasar y retirarme a descansar para planificar mi viaje a komodo en lo que sería una larga y tediosa aventura.



Pero eso, como siempre, será parte de mi siguiente post.

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