Translate

martes, 10 de septiembre de 2013

4.000 islas de total relax y maravillosos atardeceres

El veintiocho de agosto nos levantamos temprano para continuar con nuestra ruta hacia el sur del Laos y llegar al archipiélago de las 4.000 islas.



Hicimos el chek out en la guest house pero reservamos una noche para nuestro viaje de vuelta ya que tendríamos que volver a parar en Pakse en nuestro regreso a Bangkok. Al salir de la guest house regateamos con un tuk-tuk y conseguimos que nos llevara a la estación sur de autobuses por 20.000kyps. Una vez allí,  y después de preguntar varias veces por un autobús a Don Det, nos montamos en una de las ya archiconocidas camionetas y nos pusimos rumbo al sur.


El viaje como todos los que hemos disfrutado en Laos fue tranquilo y pudimos disfrutar de los maravillosos colores verdes de los arrozales que resaltaban sobre el gris de las nubes que descargaban tormentas a nuestro paso. De vez en cuando parábamos en los pueblos para dejar o recoger gente y en ese momento nos veíamos invadidos por mies de vendedores de comida que te ponían sus brochetas de pollo literalmente en tu cara para que se las compraras.





Sobre las dos de la tarde llegamos al pueblo de Ban Nakasan donde parten los botes a Don Det. Bajamos de la camioneta y nos acercamos andado hasta el muelle donde en una pequeña oficina se venden los tickets para los botes que cruzan el Mekong en dirección a las islas. Enseguida que compramos los billetes apareció un pequeño bote de popa larga que sería el encargado de llevarnos a nuestro destino.



Las cuatro mil islas es el nombre que se le da al archipiélago fluvial del Mekong situado en la frontera entre Laos y Camboya. Aunque su nombre suene magnífico, la verdad es que muchas de esas cuatro mil islas son islotes que salpican el cauce del río Mekong y que durante la época de lluvias quedan sumergidos bajo sus aguas. No obstante su tranquilidad, paisajes, sus increíbles puestas de sol y la posibilidad de ver a los delfines de agua dulce, animal en peligro de extinción, hicieron de este sitio uno de los destacados de nuestro viaje.





Bajamos del bote en Don Det y nos pusimos manos a la obra con la tarea de buscar alojamiento. La verdad es que no fue nada difícil porque al ser temporada baja casi todos los alojamientos estaban vacíos y había mucha oferta donde escoger. Nosotros enseguida vimos unos bungalows a orillas del Mekong por 50.000kyps que nos cautivaron. Así que dejamos nuestras mochilas, nos dimos una ducha y salimos a comer algo.



Nada más salir de nuestros bungalows nos cruzamos con una pareja y les pregunté donde se podía comer bueno y barato. No lo dudaron un momento y nos comentaron que el mejor sitio para comer era el Happy Bar a pocos metros de donde nos alojábamos. Y no se equivocaron, el happy es el típico bar chill-out de colchonetas en el suelo, pintadas de bob marley, televisión con películas y donde casi todos los platos de la carta los puedes transformar en happy por unos pocos kyps más.



Desde ese día este fue nuestro cuartel general del que nos costaba levantar el culo. Y es que en Don Det, el ritmo tranquilo y pachorro de la isla se te va metiendo poco a poco en el cuerpo y como, como te descuides, quedas atrapado en él. La verdad es que fue una suerte aterrizar en estas islas en temporada baja cuando no hay tanto turista fumado en busca de alcohol, marihuana y fiesta.




En nuestro segundo día y para no perder el ritmo encontramos un lugar excelente a orillas del río con un desayuno americano por 20.000kyps. Ya con el estómago lleno decidimos que era hora de visitar la isla. Don Det es pequeña y fácil de recorrer incluso andando, pero como nuestra intención era cruzar el puente que une la isla con la cercana Don Khong y visitar las cascadas, decidimos alquilar un par de bicis.



El paseo entre arrozales rodeando Don Det fue una pasada. Cuando llegamos al puente que une las dos islas tuvimos que pagar 25.000 kyps por cruzar al otro lado cosa que nos pareció un poco timo, pero por lo menos el mismo ticket te sirve para ver las cataratas. Después de un rato pedaleando llegamos a las cataratas y la verdad es que no decepcionaron. Aunque más que cataratas eran los rápidos del río, lo más impresionante era la fuerza con que bajaba el agua. El ruido era ensordecedor.












Tras la primera parada en las cataratas seguimos recorriendo la isla de Dong Khong parando en las dos playas fluiviales que tiene la isla para darnos un bañito. Pedalea que te pedalea llegamos al extremo sur de la isla  punto que marca la frontera con las islas de Camboya y desde donde se pueden ver y alquilar excursiones para ver los delfines del Mekong. Paramos a descansar porque yo no podía con mis riñones ya que las bicis del lugar están hechas para tamaño Laosiano y creerme que una mañana entera pedaleando le deja a uno la espalda para el arrastre.





El camino de vuelta se hizo más duro de lo que pensaba. Yo no sabía si era por el sol de justicia, por la bici tamaño mini o porque ya no tengo 18 años pero el caso es que me iba muriendo con cada pedalada que daba. Rosa de vez en cuando paraba para sacar fotos a los maravillosos pasajes momento que yo aprovechaba para bajarme de mi tormento y caminar un rato erguido para relajar mis riñones destrozados.






Una vez en el pueblo dejamos las bicis, nos duchamos para quitarnos la sudada de encima y, como ya venía siendo costumbre, fuimos a pasar la tarde, cenar y ver el anochecer al happy bar. Cuando estábamos allí el camarero Suny, un chico de Londres que llegó a la isla para pasar tres días y ya lleva tres años, me comentó que había una fiesta de cumpleaños de la hija del dueño de otro bar y que invitaba a todo el mundo a bebida y comida en su bar por la noche. 








Así que sin pensármelo dos veces me acerqué con todos los del bar para ver que tal era la celebración. Cuando llegué el bar era estaba lleno de gente tanto lugareños como turistas, todos con platos de comida y Lao Beer tamaño xxl. Yo no sabía muy bien cómo proceder así que decidí seguir a la multitud y coger un plato de comida, contribuir a la celebración comprando una cerveza Beer Lao XXL y sentarme a comer en la mesa con otras dos chicas canadienses a charlar de nuestros viajes. Al cabo de un rato se unió otro chico alemán que estaba en los mismos bungalows que Rosa. Pasamos la noche tranquilamente bebiendo, comiendo y charlando hasta que el cumpleaños entro en modo karaoke, momento en el que aprovechamos un descanso entre canción y canción para volver cada uno a su casa y Dios a la de todos.




Al día siguiente Rosa y yo decidimos cambiarnos de Bungalows. Resulta que, aunque los bungalows no estaban mal del todo, la gente que los gestionaba eran un poco peseteros y tuvieron unos detalles muy feos que no nos gustaron. Así que, como la isla estaba en temporada baja conseguimos otros bungalows super chulos cuyo dueño era el del restaurante donde desayunábamos todos los días. Además como también reservamos dos bungalows más porque ese mismo día venían Juanma y las dos hermanas chilenas Fernanda y Constanza, nos dejaron la habitación por 25.000kyps.




Después de desayunar y con la excusa de que había que esperar a los chicos que venían desde Vang Vieng, nos apalancamos en el happy bar y dejamos pasar el día. Es asombroso la habilidad que tiene Don Det para bajar tus constantes vitales al mínimo, de hecho, es gracioso ver como todos los lugareños se mantienen activos solamente durante la primera hora de la mañana y el resto del día lo pasan literalmente tirados durmiendo la siesta o viendo la telenovela. Incluso cuando pedíamos algo en el happy bar, la camarera estaba tumbada en la cocina viendo la tele y te tomaba nota desde el suelo.

Por fin a media tarde aparecieron los refuerzos y después de los saludos pertinentes, se fueron a duchar y dormir la siesta mientras Rosa y yo nos quedamos en el Happy. Ya por la tarde Juanma fue el primero en aparecer y nos fuimos los tres a dar una vuelta por la isla mientras hacíamos tiempo para que Feranda y Constanza se unieran a la fiesta.










A la vuelta de nuestro paseo las chicas estaban ya en el happy y juntos fuimos a ver la puesta de sol, esta vez en el restaurante de los primeros bungalows donde nos quedamos Rosa y yo porque tenía las mejores vistas de la isla. La verdad es que fue una pasada poder volver a coincidir con tan buena gente y encima en un lugar tan especial.




Al día siguiente Juanma y yo nos fuimos a la excursión de kayaks que empezaba a las nueve de la mañana y donde coincidimos con dos hermanos belgas muy majetes. La verdad es que está muy bien porque por 170.000kyps estás todo el día entretenido y te incluyen el desayuno y la comida. La excursión es una pasada, primero rodeas la isla de Don Det bajando el Mekong y disfrutando de la tranquilidad de sus aguas. Luego paramos en Don Khong y dejamos los kayaks para que se los llevasen a otra parte de la isla mientras nosotros visitábamos otras cataratas ver las cataratas que, una vez más, bajaban con una fuerza increíble. Luego de ver las cataratas volvimos a montarnos en los kayaks y remamos hasta la frontera con Camboya para ver a los delfines.












Fue una pasada, primero tuvimos que cruzar todo el Mekong que en este punto alcanza su mayor anchura y encima la corriente nos jugaba malas pasadas haciendo que nos tuviéramos que dejar los brazos. Pero hacia el final del tramo, ya cuando estábamos cerca de la orilla de Camboya, vimos los primeros delfines resoplando por encima del agua.

Comimos en un restaurante de la zona Camboyana y nos sentamos a descansar después de toda la mañana remando. Cuando estaba en mitad de mi siesta me despertaron los gritos del guía diciendo que los delfines estaban nadando al lado del embarcadero. Fue increíble, grupos de dos o tres delfines que salían unos segundos por encima del agua mientras nosotros hacíamos lo que podíamos con nuestros móviles y cámaras de fotos por sacar una foto. Desafortunadamente en esta ocasión la foto buena se la llevaron los belgas y yo me tuve que conformar con fotos al color marrón de las aguas del Mekong.




Después de pasar un rato sacando fotos tocaba volver a cruzar el río para llegar esta vez a tierra firme en la zona de Laos. Allí nos esperaba otra camioneta que nos subiría río arriba para dejarnos en la zona del embarcadero de Ban Nakasan para que volviéramos remando a Don Det. Por el camino paramos de nuevo a ver otras cataratas impresionantes y de paso ver un poco de Thai Boxing en la tele con los lugareños.



Cuando llegamos a Don Det fuimos al happy para reunirnos con el resto del grupo para ir a desayunar y volver a acercarnos a los sunset bungalows a ver la puesta de sol.













Esta fue la mejor puesta de sol de todas las que vimos en las islas y la que nos sirvió de despedida porque que al día siguiente Rosa y yo marchábamos hacia Champasak. Pero eso será parte de mi próximo post

2 comentarios:

  1. Fantástico post Arturo. Qué recuerdos tan bonitos me traen las fotos y tu relato! Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por participar de ellos.
      Un beso fuerte y nos vemos en la próxima aventura

      Eliminar