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jueves, 22 de agosto de 2013

Chiang Mai un valor seguro al que no le faltan turistas

El 10 de agosto nos levantamos pronto desayunamos tranquilamente en la guest house y cogimos el primer autobús que salía de la terminal de autobuses de larga distancia de Sukhotai para llegar a Chian Mai sobre las 2:30 de la tarde. Bajamos del autobús y enseguida nos vinieron a buscar los conductores de Sawats para llevarnos a nuestra guest house. Por suerte habíamos conocido a una pareja muy maja de vascos que viajaban en el mismo autobús y decidimos compartir el gasto.



Chiang Mai es una ciudad realmente agradable para tanto para descansar unos días paseando por las estrechas calles de su casco antiguo, acercarse al río, visitar sus templos para recibir la bendición de un monje o ir de compras en su mercado nocturno o, mejor aún, en su mercado de los domingos.

Dejamos nuestro equipaje en la guest house y después de pegarnos una ducha decidimos salir a comer algo y darnos una vuelta por la ciudad. Salimos del centro histórico por la puerta de la muralla Pratu Chian Mai y giramos a la izquierda por don chai rd y nos metimos en el primer restaurante que vimos abierto. Luego de llenar nuestros estómagos con un buen curry y unos noodles seguimos camino hasta el río para hacer tiempo mientras se montaba el mercado nocturno. El plan iba perfectamente si no fuera porque en mitad del paseo empezó a caer una tormenta de las que Noé veía desde su barco y nos tuvimos que refugiar en el primer templo que vimos.








Parecía que se el grifo se había roto y el agua no dejaba de caer, estábamos en la otra punta de la ciudad refugiados bajo el techado de un templo y se nos acababan los temas de conversación. Así que en un momento que vi un coche que salía del parking del templo se me ocurrió acercarme a ver si podía llevarnos hasta la guest house. Resultó que la señora tenía una tienda en frente del templo y había ido un momento para rezar y tenía que volver a su trabajo. No obstante ella muy amablemente se ofreció a pararnos un tuk-tuk y negociar el precio para que no nos sacaran los ojos por el trayecto. No obstante cuando le dijimos que no hacía falta porque ya parecía que  llovía menos e íbamos a intentar volver por nuestro propio pie, entró en su tienda y nos regaló dos paraguas de waltdisney para el camino. Una vez más se demuestra que la gente hace los sitios.

De camino a la guest house paramos pasamos por la plaza de la puerta Pratu tha phae donde estaban de celebraciones por el próximo cumpleaños de la reina el día 12. Habían montado un escenario y varios grupos de baile tradicional locales realizaban sus coreografías mientras uno de sus miembros cantaba una canción. Lo gracioso de todo esto es que las actuaciones se realizaban bajo la lluvia que no paraba de caer. Rosa y yo, como no teníamos demasiado interés en culturizarnos, decidimos subir a la terraza de un bar que había enfrente súper chulo a tumbarnos en los cojines y tomarnos unas cervecitas mientras esperábamos a que dejara de llover para volver a casa.




Cuando por fin dejó de llover durante un rato decidimos aprovechar la oportunidad para irnos a la guest house, no sin antes paramos en el mercado nocturno para cenar un plato de arroz con cerdo crujiente, una sopa de fideos con cerdo y verdura y unos batidos de galletas oreo que estaban para chuparse los dedos. Todo ello por menos cuatro euros.



Rosa se llevó la peor parte de la noche atrayendo todas las picaduras de mosquito a sus pobres pies




Al día siguiente decidimos aprovechar bien nuestra jornada y con la mochila cargada con embutido y pan más un mapa de la cuidad en mano paseamos por las calles del casco antiguo de Chiang Mai disfrutando de sus calles, entrando en los spas y visitando los diferentes templos. Cuando llegó la hora de comer nos acercamos al parque Buak hat para escondernos del calor sofocante y zamparnos nuestros bocadillos de embutido español. La cara de los tailandeses cuando nos veían preparar con mimo nuestra comida era todo un poema.









 












Ya por la tarde y, después de terminar con nuestra ruta de templos nos pasamos por el mercado de fin de semana que se sitúa en el cruce de las dos calles principales del centro del casco antiguo de Chian Mai. El mercado es chulísimo  tiene muchos puestecillos para comprar suvenires y otros tantos de comida para cenar. No obstante está lleno de turistas y la experiencia se nos atragantó un poco la verdad. Era muy difícil caminar entre tanta gente y, como nosotros no estábamos interesados en comprar nada, comimos unas salchichas en uno de los puestos y nos fuimos en busca de otro batido de galletas oreo antes de volver a nuestra guest house a dormir.

El domingo por la mañana nos levantamos con la idea de alquilar una moto y hacer una rutilla por los pueblos del norte de Tailandia. Habíamos conseguido cuadrar nuestros equipajes para meter lo más importante en una sola mochila y bajamos a desayunar al restaurante/bar de la guest house. Pero cuando nos trajeron el café con los huevos fritos y el bacon empezó otra vez a llover como si el mundo se fuera a acabar y, tras una breve deliberación, nos dimos cuenta que el plan moto podía salir muy mal y decidimos ir avanzando hacia la frontera con Laos cogiendo un autobús hasta Chian Rai. Pero eso será parte de mi siguiente post.



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