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miércoles, 24 de julio de 2013

Pyin Oo Lwin una parada en el camino hacia Hsipaw

El sábado me levanté a las 6:00 AM para prepararme para un largo día de viaje hasta la ciudad de Pyin Oo Lwin. 




Lo primero era ducharse y desayunar para poder ir al mercado a comprar algo de fruta para el camino. Una vez realizados todos los preparativos caminé hasta la parada de autobús saludando como siempre a toda persona que se cruzaba en el camino.

El viaje hasta Mandalay fue de cinco largas horas. La primera parte cruzando pueblos, descampados y ríos por carreteras secundarias viendo que Myanmar no es sólo bonitos paisajes y grandes pagodas sino que también hay mucha pobreza y miseria. La segunda parte fue mucho más tranquila porque cogimos la autovía que une Yangon con Bagan y el trayecto fue mucho más rápido.




Llegué a la estación de autobuses del sur de Mandalay a la una de la tarde y en el momento que pisé el suelo empezaron los agobios por parte de los taxistas y motoristas para que les alquilaras los servicios hasta un hotel. A estas alturas de mi viaje creo haber desarrollado una buena capa de paciencia para estas situaciones, no obstante tuve suerte porque me había informado bien y no necesitaba moverme de esa estación para coger otro autobús a las tres que me llevaría hasta Pyin Oo Lwin, así que dejé mis trastos en la oficina de turno y me fui a buscar un lugar para comer.


No tuve que andar mucho cuando encontré un pequeño restaurante con gente local que, aunque no sabían hablar nada de inglés, eran encantadores y ofrecían un curry de pollo por 1000mmy. Después de un rato comunicándonos como los indios y teniendo como tema central de nuestra conversación el fútbol, en Myanmar están locos por el futbol, se acercó un joven que hablaba perfectamente inglés. Resultaba ser un guía local que me estuvo acompañando durante toda la comida y dándome trucos y consejos de que hacer en Mandalay y Myanmar.

Tras una buenísima comida tocaba montarse de nuevo en el autobús local con destino a Pyin Oo Lwin. El autobús era uno de esos que marcan un viaje. Para empezar no tenía los respaldos de los asientos. ¿Y porque los iba a tener si todo estaba ocupado por sacos de arroz, legumbres y verduras? Lo bueno de esta disposición es que todos los viajeros podíamos tumbarnos encima de los sacos y viajar tranquilamente disfrutando del serial que ponían en la tele. Porque otra cosa no pero los birmanos están locos por las telenovelas. En cuanto ponen una por la tele se quedan embobados.

Durante el viaje yo me senté junto a unos militares que regresaban a su escuela militar de Pyin Oo Lwin y lo pasamos genial charlando y contándonos nuestras vidas sobre todo gracias a que uno de ellos hablaba un inglés bastante bueno.



Tras un día entero viajando a las cinco de la tarde llegué a mi destino. Normalmente mi primera opción es siempre encontrar un hotel pero esta vez necesitaba ir primero al hospital. ¡Que nadie se alarme mi madre ya está informada! Resulta que todo empezó con una rozadura en un pie que, con la humedad y la falta de higiene de las calles de Myanmar se ha convertido en un verdadero agujero en mi pie que no termina de curarse así que decidí visitar a un médico para que me diera consejo.

Visitar un hospital en Myanmar es siempre una experiencia. En el momento que cruzas la puerta todo el mundo fija su mirada en ti y se miran entre extrañados, sorprendidos y jubilosos porque un occidental esté ahí. La segunda parte es conseguir a alguien que hable algo de inglés para que pueda llamar  a un médico. Y la tercera parte es intentar comunicarte con el médico y entender lo que te dice para poder curarte. Lo gracioso en Myanmar es que después de este proceso te dan una libretita con la prescripción de tu tratamiento pero como ya fue suficientemente difícil conseguir entenderte con el médico no esperes que la libreta esté rellena y si lo está no esperes entender lo que dice. Tras mi breve visita al médico fui a encontrar un hotel donde alojarme y relajarme durante el resto de la tarde.

Pyin Oo Lwin no tiene mucho que enseñar y es más una parada en el camino hasta Shipaw que otra cosa, no obstante el pueblo es tranquilo y tiene algunos detalles interesantes como la iglesia de San Carlos, la mezquita y los pequeños carros de caballos que recorren la ciudad.


Pero lo verdaderamente interesante de Pyin Oo Lwin se encuentra a las afueras. Se trata de las cascadas de Anisakan. El viaje lo hice en varias etapas, primero tuve que coger un pick up 500mmy en la carretera principal hasta la aldea de Anisakan donde se encuentra el cruce que inicia el camino hacia las cataratas. Luego comencé a andar y me encontré con unos niños jugando al futbol y decidí unirme a la fiesta, nos lo pasamos bomba dándole patadas al balón en plan patio de colegio.




Cuando se terminó el partido seguí caminando hasta que un lugareño me vio y paró su tuk-tuk para llevarme gratis hasta donde empieza el sendero que baja hasta las cataratas. ¡Que gente más maja hay en Myanmar!

Por último bajé por el empinado sendero y cuando estaba ya a las puertas de las cataratas vi como un grupo de lugareños que estaban construyendo un templo y moviendo ladrillos de un sitio a otro así que decidí ponerme a ayudarles. Ni que decir tiene que en el momento en que me vieron colaborar todos se pusieron como locos y empezaron a preguntarme de donde era y a quererme hacer fotos.



Tras el momento de ejercicio seguí mi camino hasta que llegué por fin a las cataratas. He de decir que el esfuerzo mereció la pena. Se trataba de un salto de agua de unos 8-10 metros de altura con varias pozas con un agua azul turquesa. Ni que decir tiene que el baño me sentó genial de hecho estuve toda la mañana disfrutando de la cascada hasta que llegó la hora de comer y tocaba regresar.









En mi camino de vuelta volví a pasar por el lugar de construcción y volví a echarles una mano transportando ladrillos. Lo bueno de todo el trabajo fue que cuando terminamos de vaciar el camión me pude subir y me llevaron hasta arriba de la montaña algo que agradecí enormemente ya que, si el sendero de bajada fue bastante duro no quiero ni imaginar cómo hubiera sido la subida.

Una vez arriba de la montaña ya sólo quedaba volver a Pyin Oo Lwin. Como he aprendido en este viaje que las mejores cosas suceden cuando te pones en marcha, empecé a caminar y al cabo de unos quince minutos apareció una camioneta con dos monjes que me dejaron subirme a la parte de atrás y me llevaron hasta las puertas de la ciudad donde solo tuve que parar a un joven lugareño que iba en moto para que me acercara los últimos kilómetros hasta el hotel.

Después de dejar la mochila en la habitación me acerqué al mercado que siempre es la zona más interesante para comer barato y después de descartar varias opciones me decidí por un pequeño puesto que estaba rodeado por gente local y donde parecía que servían un bol con carne de cerdo adobada, verduras y rollitos de primavera todo junto con una sopa. En el momento que me senté me puse a hablar con la gente que tenía alrededor y resultó que, aunque eran birmanos, uno de ellos vivía en las vegas y hablaban perfectamente inglés. Fue una comida muy entretenida y una vez más me volvieron a invitar a comer. Una vez más me quito el sombrero ante esta gente.




Ya por la tarde tocaba preparar la mochila, actualizar el blog, cenar un buenísimo curry de pollo cerca del hotel e irse a la cama pronto para descansar porque al día siguiente tenía que coger un tren hasta la pequeña ciudad de Shipaw pero eso será parte de mi próximo post.

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