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miércoles, 20 de marzo de 2013

Sagada el ambiente perfecto entre las montañas

Hoy escribo este post sentado al lado del fuego junto a un grupo de estudiantes internacionales que han venido a pasar el fin de semana a las montañas y un grupo de filipinos que no paran de tocar canciones con la guitarra. 

Esto es Sagada, un oasis de tranquilidad y buen rollo que, si no tienes cuidado, te atrapa y no te deja salir.


Estos dos días han sido una pasada, desde la primera noche conecté con gente que había en mi guest house, Alex, Ossi e Ian. Inglés, noruego y neozelandés. Y nos fuimos a tomar unas cervezas. Sagada es increíblemente tranquilo. Por la noche solamente se quedan abiertos un par de bares donde los lugareños beben Red Horse mientras que el resto del pueblo duerme tranquilo en silencio y se puede ver el cielo lleno de estrellas.



Al día siguiente por la mañana me fui a ver los ataúdes colgantes del valle del eco. Los Igorot que era la tribu de esta zona de Luzón enterraban a los muertos al aire libre para que sus espíritus pudieran viajar libres. La verdad es que es muy interesante ver ataúdes colgados en lugar de bajo tierra. Después nos juntamos en la gest house y nos fuimos a dar una vuelta por entre las montañas. El paisaje, es muy parecido a los bosques del norte de España, llenos de pinos y helechos. Se te hace raro pensar que estás en la otra punta del mundo.







Todo fue bien hasta que nos calló la tormenta del siglo. Bajar por montaña con todo mojado fue se me hizo más difícil que la bajada del Anapurna. La verdad es que no sé qué coño pasa pero parece que aunque deberíamos estar en la época seca, aquí no deja de caer una tormenta cada tarde.



Y como colofón una comida casera cocinada por nosotros en la guest house de alex a base de espaguettis con salsa casera y ensalada española. Ni que decir tiene que la ensalada fue lo más aclamado de la mesa.



Hoy Alex y yo nos hemos ido de excursión a la cueva de adñkfajd para hacer lo que llaman la “cave conexión”. Entras por un lado de la montaña y andas 1.4km bajo tierra por una cueva espectacular hasta que sales por el otro punto de la montaña. Ha sido divertidísimo. Hemos tenido que escalar, deslizarnos por agujeros donde no cabía un alfiler, cruzar lagos subterráneos y al final de la excursión hemos podido bañarnos en una piscina natural dentro de la cueva. Sinceramente es una actividad que recomiendo a todo aquel que venga a la zona. Merece la pena pagar los 400 php.



En las cuevas también enterraban a los muertos en ataúdes colgantes





Por culpa de los terremotos y volcanes la entrada a la cueva se destrozó y algunos ataúdes se cayeron y rompieron dejando los huesos al descubierto







A la salida de la cueva nos esperaban unas vistas espectaculares de las terrazas de arroz de la zona



Un coco para refrescar el día mientras que los lugareños toman huevos con embrión de pollo....mmmm que rico.




Y por la noche en el buen ambiente se ha apoderado de la guest house. Se ha encendido un fuego en un centro de piedra que hay en el jardín rodeado de asientos. Hay nos hemos sentado todos. Un grupo de estudiantes que han llegado esta mañana, un grupo de filipinos locales con una guitarra, Alex, Ian y yo. La velada ha sido genial. Música, charla animada donde he aprendido mucho sobre las costumbres y situación política de Filipinas gracias a nuestros nuevos amigos.


Todo estaba saliendo bastante bien, el ambiente, la gente, el lugar. Todo cuadraba así que me decidí a quedarme otro día más. Nada me hacía sospechar que era otra estratagema de mi karma para joderme al día siguiente.

Me desperté con el sol entrando por mi ventana y lentamente me levanté para ir a desayunar. Hasta ese momento todo el día estaba siendo de lo más normal, no fue hasta que me decidí a ir al baño que me di cuenta de lo que mi karma me tenía preparado.

Como mucha gente de la generación TIC he sustituido la revista o la etiqueta del champú por el teléfono móvil como entretenimiento cuando uno está en el baño. Ese día era uno más, nada de particular, el teléfono móvil aguardaba en el bolsillo del polar su ocasión para entretener la espera. Pero en un movimiento inesperado el teléfono encontró el camino para volar junto con la llave de la habitación y caer directamente en el noble retrete. ¡Joder, joder, joder! Fueron mis sabias palabras. Y rápidamente extendí mi mano con la esperanza de que no hubiera ningún daño irreparable en el aparato tecnológico del que dependía la gran mayoría de mi viaje.

Pero ese era el primer movimiento de mi karma, ya lo consiguió con mi cámara de fotos y esta vez volvía a superarse cargándose mi teléfono móvil. Toda mi información de contactos, la posibilidad de hablar con wasap con mi familia, la alarma, el calendario, mi cámara de fotos, video, todo, absolutamente todo se fue por el váter. Maldito karma, ¿no tenías nada mejor que hacer ese día?

Frustrado por ver que el resto de mi viaje parecía que se iba a suceder sin ninguna foto o vídeo y que había perdido la mayoría de las anotaciones e información que había conseguido de los diferentes viajeros, me reuní con Ian para hacer el trekking del día a una zona llama Malboro Country. Si señor como el paquete de tabaco.

Se trata de una caminata a lo alto de las montañas que rodean Segada y desde donde se pueden ver espectaculares vistas de los alrededores. El famoso nombre le viene dado por lo salvaje de la zona y porque hay un caballo salvaje pastando por los alrededores. La subida a la montaña se dio sin ningún problema, no tardamos ni 1h. Sentarnos a descansar viendo las impresionantes vistas a los 2 valles. Poco tiempo después aparecieron Michelle, un chico francés y Pat, una chica canadiense que decidieron unirse a la expedición. La idea era sencilla, habíamos subido por una cara de la montaña, ahora tocaba salir por la opuesta. Algo sencillo en el mapa pero que casi nos cuesta la vida.




Desde el primer momento se vio que algo no estábamos haciendo bien cuando no tardamos ni 15 minutos en perder la senda que estábamos siguiendo y encontrarnos en una maraña de zarzas, pinchos, rocas puntiagudas y acantilados bajo nuestros pies. No obstante, y aunque mis piernas, brazos y cabeza se retorcían por el dolor de los arañazos, no perdimos nuestra esperanza viendo que al final de la ladera se encontraba un valle con ganado y un caballo pastando alegremente.








Después de una hora conseguimos bajar al primer valle y después de asustar a todo el ganado seguimos nuestro camino en dirección hacia donde creímos que estaba la carretera. Digo creíamos porque por aquel entonces ya estábamos totalmente perdidos. Y por si las rozaduras, cortes y arañazos fueran poco, empezó a llover como no había llovido en Sagada en los últimos días. Gotas como puños caían sobre nuestras cabezas mientras nosotros seguíamos batallando entre la maleza con la esperanza de conseguir llegar a algún sitio donde poder orientarnos.

Para aquellos que hayan leído mi post del Anapurna, sabrán que mis zapatillas no son precisamente el mejor calzado para situaciones resbaladizas, así que os podéis imaginar la cantidad de veces que mi culo besó el suelo durante las siguientes dos horas que estuvimos caminando sin rumbo fijo. Incontables veces maldije mi karma.

Por fin, después de pelearnos con la maleza y los elementos, divisamos unas terrazas de arroz. Esa era la pista para saber que allí habitaba gente y que tendría que haber una carretera que nos llevara de vuelta a segada. No obstante la tarea no era nada fácil. La lluvia por aquel momento ya era más un diluvio que otra cosa y la maleza que cubría el camino tenía más pinchos que la corona de Jesucristo.

Tardamos más tiempo en hacer el último tramo que en todo el recorrido anterior. Los pantalones y mis pies chorreaban agua por todos lados. Y todavía queda volver por la carretera hasta Segada que no sabíamos que lejos estaba. Menos mal que el karma esta vez me dio un pequeño respiro y justo en el momento que empezábamos a subir la carretera apareció una furgoneta a la que no dudamos en parar para ver si nos podía llevar de vuelta hasta el pueblo.

Imaginaros en el estado que estaríamos que no dudaron ni un segundo y en seguida se bajó el conductor para abrirnos la puerta de atrás, limpiar el maletero de cajas y dejarnos sitio para que pudiéramos subir. Que majos son los filipinos.

Cuando llegamos a la guest house, sólo teníamos ánimo para una ducha, una cena caliente y quedarnos alrededor del fuego contando los mejores momentos del trekking. Menuda manera de despedirme de Sagada, menos mal que mi siguiente parada, Batad sería uno de los lugares más bonitos y tranquilos de filipinas. Pero eso será en el próximo post.

2 comentarios:

  1. jajajaja ya veo que echastes de menos los calcetines de Laura!!! un abrazo muy grande!!!! disfrutalo!!

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    Respuestas
    1. ya ves tío, ya se me podían joder las zapatillas en lugar del móvil. Estaría mucho mejor.
      Me acuerdo mucho de vosotros en filipinas

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