Al
terminar nuestro tercer día de treking en el volcán rijiani una furgoneta nos
llevó directos desde la oficina de la agencia hasta Mataram donde alquilamos un
taxi que nos llevaría a Cati, Susana, Raquel, Eli, Pepe, Juama y a mi hasta
Kuta al sur de la isla de Lombok.
El
viaje, como todos los viajes en Indonesia, duró todo el día y llegamos ya sobre
las 10 pm de la noche. Como era ya tarde no teníamos muchas ganas de andar
buscando hoteles y después de sopesar varias opciones nos instalamos todos en
el Sekar kunning en frente de la playa de kuta. Dejamos nuestras mochilas, nos
dimos una ducha y salimos a darnos un homenaje en uno de los restaurantes
internacionales por haber superado la dura travesía al Rijiani y para despedir
a Pepe y Raquel que se iban al día siguiente.
Al
día siguiente me levanté temprano y me acerqué a ver la playa de kuta dispuesto
a maravillarme pero la realidad fue muy diferente. Como sucede en muchas otras
playas y sitios de indonesia, la playa estaba llena de plásticos y suciedad.
Así que imaginaros como se me quedó el cuerpo al ver que el sitio que al que
había planeado para relajarme después de la paliza del Rijiana no era más que
un estercolero.
Pero
el secreto de kuta está en alquilar una moto y visitar las playas cercanas así
que eso hicimos. Cogimos las motos en el hotel y primero nos fuimos a la playa
de Pantai sejar. Una maravillosa playa de arena blanca y aguas azul turquesa.
El único problema es que te obligan a pagar por aparcar la moto y que los
vendedores ambulantes no aceptan un “no” por respuesta.
Disfrutamos
de la playa como enanos, bañándonos y tomando el sol hasta la hora de comer
cuando tuvimos que decir adiós a Raquel que se marchaba al aeropuerto para
coger su vuelo a Jakarta.
Ya
por la tarde el grupo restante (Eli, Cati, Susana, Juanma y yo) nos acercamos a
ver la playa de Mawan que estaba a quince minutos al oeste de lombok. El sitio
era espectacular una magnífica playa de arena blanca con aguas azul turquesa y
la fuerza de las olas rompiendo.
Nos entretuvimos en la playa hasta el
anochecer que regresamos a Kuta para cenar en el restaurante “My cafe”. El
restaurante estaba genial con pequeñas cabañitas de bambú rodeando un jardín.
La comida era deliciosa, cenamos un pescado a la barbacoa con verduras, arroz y
patatas fritas que digno de un cinco estrellas michelín. Y lo mejor de todo fue
que en un momento de la noche escuché una canción de placebo y, al igual que
sucedió en Laos, pensé que si estaban poniendo esa música era un sitio donde se
podía pinchar. Así que me acerqué a la barra del bar y fue allí donde conocí a
Fred, dueño del bar y amante de la música de los 70 que llegó a kuta hace tres años y desde
entonces sigue en la isla. Estuvo genial el rato que pasamos hablando de
música, pinchando temas y contándome historias de Kuta. Pero como ya se hacía
tarde y nosotros al día siguiente teníamos planeado surfear, nos despedimos y
acordamos volver a vernos para intercambiar música.
Al
día siguiente todos estábamos en pie a las ocho de la mañana y desayunado para
a las nueve acercarnos al pueblo de gerupak donde daríamos nuestras primeras
lecciones de surf. Una vez allí alquilamos unas tablas, contratamos un profesor
local con un bote y, sin pensarlo dos veces, nos adentramos en el mar para
aprender a surfear. A los novatos, es decir todos menos Juanma, los nervios nos
revolvían el estómago a medida que llegábamos a la zona donde rompían las olas.
Resulta que no era una playa como todos, o por lo menos yo, imaginaba que se
practicaba el surf. Sino que se trataba de una zona en medio de una bahía donde
unas olas de considerable tamaño rompían con fuerza mientras los surferos
hacían piruetas encima de sus tablas.
Con
este panorama saltamos todos al agua y nos dividimos en dos grupos, por un lado
el de principiantes con Cati, Susana, Eli y el que escribe, y por el otro
Juanma como raider experimentado. Como nuestro grupo de principiantes no estaba
preparado para surfear las olas tamaño XXL, nos situábamos en un lado del
rompiente donde las olas eran más pequeñas y una vez ahí, el guía local nos
daba tres o cuatro consejos para que pudiéramos coger las olas. La experiencia
fue genial, muy divertida y adictiva. Si bien en los primeros intentos di más
vueltas en las olas que una centrifugadora, a la tercera conseguí subirme en la
tabla y hacer toda la ola. A esa ola le siguieron un par de olas más y otros
numerosos revolcones que acabaron con mi resistencia. Así que después de una
hora pegándonos con las olas decidimos que ya había sido bastante y que era
hora de ir a comer. Así que nos acercamos a la playa de Pantai Sejar donde habíamos estado el día
anterior y había una serie de chiringuitos que, si bien no eran nada del otro
mundo, por lo menos podías comer con unas vistas a una playa increíble. A la
vuelta en Lombok, Juanma y yo acercamos a Cati y Eli al aeropuerto para que
pudieran coger su vuelo a Sulawasi con lo que el grupo se redujo a tres
personas, Susana, Juanma y yo que decidimos quedarnos un día más para disfrutar
de las playas de Kuta.
Al
día siguiente los tres mosqueteros cogimos nuestras motos y nos fuimos a
visitar las playas de Mawan y Mawi que todavía no habíamos visto. Una vez más
las playas no nos defraudaron. Aunque para poder llegar a la playa tienes que
pagar un impuesto revolucionario de 10.000 del cual no te puedes librar, las
playas eran una pasada. Además ese día el oleaje era especialmente fuerte y las
playas estaban desiertas de surfistas y el paisaje era algo increíble.
Disfrutamos
de las playas durante toda la mañana hasta que llegó la hora de regresar ya que
teníamos que, a las cuatro de la tarde teníamos que ir al aeropuerto para coger
nuestros respectivos vuelos.
El
problema fue que cuando estábamos de vuelta mi moto se quedó sin gasolina y
Juanma y Susana tuvieron que acercarse a conseguirme una botella de esas que se
venden en los pequeños puestos callejeros al lado de la carretera, mientras yo
me quedaba de charloteo con una familia de lugareños majísimos que me vieron
tirado en mitad del camino y me invitaron a su casa. Pero la mala suerte no
acabó ahí sino que en el camino de vuelta, la moto se pinchó y tuve que
empujarla hasta el puestecillo de arreglapinchazos más cercano. Por suerte como
este problema es bastante habitual, en las carreteras de indonesia abundan este
tipo de puestecillos que te arreglan la moto en un periquete.
Ya
con todos los arreglos terminados, los tres nos acercamos al hotel para darnos
una ducha, pagar y contratar el taxi que nos llevaría al aeropuerto donde
Juanma cogería su avión para Jakarta y Susana y yo cogeríamos nuestro vuelo a
Makassar en la isla de Sulawasi donde nos reuniríamos con Carlos, un amigo de
Susana. Pero eso será parte de mi siguiente post.
Arturo... siempre tan descriptivo de los lugares a lso que vas. Te sigo y leo tus post siempre. Un abrazo gigante para ti y espero verte pronto acá en chilito!
ResponderEliminarFer
Que ilusión Fer saber de vos, me alegra que me sigas y espero que me reserves un sitio porque el año que viene estoy por Chile seguro ;)
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