El
sábado me levanté a las 6:00 AM para prepararme para un largo día de viaje
hasta la ciudad de Pyin Oo Lwin.
Lo primero era ducharse y desayunar para poder
ir al mercado a comprar algo de fruta para el camino. Una vez realizados todos
los preparativos caminé hasta la parada de autobús saludando como siempre a
toda persona que se cruzaba en el camino.
El
viaje hasta Mandalay fue de cinco largas horas. La primera parte cruzando
pueblos, descampados y ríos por carreteras secundarias viendo que Myanmar no es
sólo bonitos paisajes y grandes pagodas sino que también hay mucha pobreza y
miseria. La segunda parte fue mucho más tranquila porque cogimos la autovía que
une Yangon con Bagan y el trayecto fue mucho más rápido.
Llegué
a la estación de autobuses del sur de Mandalay a la una de la tarde y en el
momento que pisé el suelo empezaron los agobios por parte de los taxistas y
motoristas para que les alquilaras los servicios hasta un hotel. A estas
alturas de mi viaje creo haber desarrollado una buena capa de paciencia para
estas situaciones, no obstante tuve suerte porque me había informado bien y no
necesitaba moverme de esa estación para coger otro autobús a las tres que me
llevaría hasta Pyin Oo Lwin, así que dejé mis trastos en la oficina de turno y
me fui a buscar un lugar para comer.
No
tuve que andar mucho cuando encontré un pequeño restaurante con gente local
que, aunque no sabían hablar nada de inglés, eran encantadores y ofrecían un
curry de pollo por 1000mmy. Después de un rato comunicándonos como los indios y
teniendo como tema central de nuestra conversación el fútbol, en Myanmar están
locos por el futbol, se acercó un joven que hablaba perfectamente inglés.
Resultaba ser un guía local que me estuvo acompañando durante toda la comida y
dándome trucos y consejos de que hacer en Mandalay y Myanmar.
Tras
una buenísima comida tocaba montarse de nuevo en el autobús local con destino a
Pyin Oo Lwin. El autobús era uno de esos que marcan un viaje. Para empezar no
tenía los respaldos de los asientos. ¿Y porque los iba a tener si todo estaba
ocupado por sacos de arroz, legumbres y verduras? Lo bueno de esta disposición
es que todos los viajeros podíamos tumbarnos encima de los sacos y viajar
tranquilamente disfrutando del serial que ponían en la tele. Porque otra cosa
no pero los birmanos están locos por las telenovelas. En cuanto ponen una por
la tele se quedan embobados.
Durante
el viaje yo me senté junto a unos militares que regresaban a su escuela militar
de Pyin Oo Lwin y lo pasamos genial charlando y contándonos nuestras vidas
sobre todo gracias a que uno de ellos hablaba un inglés bastante bueno.
Tras
un día entero viajando a las cinco de la tarde llegué a mi destino. Normalmente
mi primera opción es siempre encontrar un hotel pero esta vez necesitaba ir
primero al hospital. ¡Que nadie se alarme mi madre ya está informada! Resulta
que todo empezó con una rozadura en un pie que, con la humedad y la falta de
higiene de las calles de Myanmar se ha convertido en un verdadero agujero en mi
pie que no termina de curarse así que decidí visitar a un médico para que me
diera consejo.
Visitar
un hospital en Myanmar es siempre una experiencia. En el momento que cruzas la
puerta todo el mundo fija su mirada en ti y se miran entre extrañados,
sorprendidos y jubilosos porque un occidental esté ahí. La segunda parte es
conseguir a alguien que hable algo de inglés para que pueda llamar a un médico. Y la tercera parte es intentar
comunicarte con el médico y entender lo que te dice para poder curarte. Lo
gracioso en Myanmar es que después de este proceso te dan una libretita con la
prescripción de tu tratamiento pero como ya fue suficientemente difícil
conseguir entenderte con el médico no esperes que la libreta esté rellena y si
lo está no esperes entender lo que dice. Tras mi breve visita al médico fui a
encontrar un hotel donde alojarme y relajarme durante el resto de la tarde.
Pyin
Oo Lwin no tiene mucho que enseñar y es más una parada en el camino hasta
Shipaw que otra cosa, no obstante el pueblo es tranquilo y tiene algunos
detalles interesantes como la iglesia de San Carlos, la mezquita y los pequeños
carros de caballos que recorren la ciudad.
Pero
lo verdaderamente interesante de Pyin Oo Lwin se encuentra a las afueras. Se
trata de las cascadas de Anisakan. El viaje lo hice en varias etapas, primero
tuve que coger un pick up 500mmy en la carretera principal hasta la aldea de
Anisakan donde se encuentra el cruce que inicia el camino hacia las cataratas. Luego
comencé a andar y me encontré con unos niños jugando al futbol y decidí unirme
a la fiesta, nos lo pasamos bomba dándole patadas al balón en plan patio de
colegio.
Cuando se terminó el partido seguí caminando hasta que un lugareño me
vio y paró su tuk-tuk para llevarme gratis hasta donde empieza el sendero que
baja hasta las cataratas. ¡Que gente más maja hay en Myanmar!
Por
último bajé por el empinado sendero y cuando estaba ya a las puertas de las
cataratas vi como un grupo de lugareños que estaban construyendo un templo y
moviendo ladrillos de un sitio a otro así que decidí ponerme a ayudarles. Ni
que decir tiene que en el momento en que me vieron colaborar todos se pusieron
como locos y empezaron a preguntarme de donde era y a quererme hacer fotos.
Tras
el momento de ejercicio seguí mi camino hasta que llegué por fin a las
cataratas. He de decir que el esfuerzo mereció la pena. Se trataba de un salto
de agua de unos 8-10 metros de altura con varias pozas con un agua azul
turquesa. Ni que decir tiene que el baño me sentó genial de hecho estuve toda
la mañana disfrutando de la cascada hasta que llegó la hora de comer y tocaba
regresar.
En
mi camino de vuelta volví a pasar por el lugar de construcción y volví a
echarles una mano transportando ladrillos. Lo bueno de todo el trabajo fue que
cuando terminamos de vaciar el camión me pude subir y me llevaron hasta arriba
de la montaña algo que agradecí enormemente ya que, si el sendero de bajada fue
bastante duro no quiero ni imaginar cómo hubiera sido la subida.
Una
vez arriba de la montaña ya sólo quedaba volver a Pyin Oo Lwin. Como he
aprendido en este viaje que las mejores cosas suceden cuando te pones en
marcha, empecé a caminar y al cabo de unos quince minutos apareció una
camioneta con dos monjes que me dejaron subirme a la parte de atrás y me
llevaron hasta las puertas de la ciudad donde solo tuve que parar a un joven
lugareño que iba en moto para que me acercara los últimos kilómetros hasta el
hotel.
Después
de dejar la mochila en la habitación me acerqué al mercado que siempre es la
zona más interesante para comer barato y después de descartar varias opciones
me decidí por un pequeño puesto que estaba rodeado por gente local y donde parecía
que servían un bol con carne de cerdo adobada, verduras y rollitos de primavera
todo junto con una sopa. En el momento que me senté me puse a hablar con la
gente que tenía alrededor y resultó que, aunque eran birmanos, uno de ellos
vivía en las vegas y hablaban perfectamente inglés. Fue una comida muy
entretenida y una vez más me volvieron a invitar a comer. Una vez más me quito
el sombrero ante esta gente.
Ya
por la tarde tocaba preparar la mochila, actualizar el blog, cenar un buenísimo
curry de pollo cerca del hotel e irse a la cama pronto para descansar porque al
día siguiente tenía que coger un tren hasta la pequeña ciudad de Shipaw pero
eso será parte de mi próximo post.
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