Después
de haber descansado y haberme relajado en las calles de Hsipaw llegó el momento
de moverse y visitar los pueblos de los alrededores. Consulté con Lily la dueña
de la guest house donde dormía y me comentó los trekkings más interesantes de
la zona entre los que destacaba el trekking de tres días y dos noches desde
Namhsan a Hsipaw.
Lo
bueno de los trekking de Namhsan a Hsipaw era que pasabas tres días entre las
montañas sin ver un solo turista, dormías en aldeas locales además de un
monasterio y según comentaba Lily podías hacer el trekking por tu cuenta sin
necesidad de guía. Ellos me escribirían la ruta de pueblos por los que tenía que pasar y yo sólo
tendría que ir preguntando a los lugareños e ir tachando en mi lista. Sonaba
perfecto así que sin pensármelo dos veces le dije a Lily que me preparara la
lista que me iba para Namhsan.
Al
día siguiente me levanté temprano y cogí un pick up que me llevaría hasta
Namhsan. Como siempre antes de salir tuvimos que parar en un par de tiendas
locales para llenar la camioneta con mercancía ya que los pick ups son los
encargados de abastecer a las aldeas más pequeñas de la zona desde el mercado
central de Hsipaw. Ya una vez de camino el paisaje era espectacular primero
plantaciones de maíz y arroz del valle para luego cambiarlo por montañas
cubiertas de plantaciones de té.
El
viaje fue de seis horas con una parada a mitad de camino para comer algo y
estirar las piernas. Momento que aproveché para acercarme a un tumulto de gente
que vi a un lado de la carretera cerca de donde habíamos aparcado el pick up.
Resultó que era una boda entre un chico de Singapur y una chica de la zona y,
como no podía ser menos, me puse a hacer fotos cual reportero del Hola y me
invitaron a pasar al banquete. No os puedo describir con palabras lo rica que
estaba la comida… ¿Os imagináis la misma situación en España? ¡Pero que gente
más maja hay en Myanmar!
Llegué
a Namhsan sobre las tres de la tarde. El pueblo no es más que una calle llena
de tiendas, restaurantes locales y fábricas de té además de un par de
monasterios y templos en lo alto de las colinas y una única guest house. El
ambiente que se respira es súper chulo y aunque la gente no es tan cercana como
en otros lugares de Myanmar, todo el mundo te saluda y muchos lugareños te
piden que te acerques a su tienda a tomarte un té con ellos.
La
tarde la pasé recorriendo las calles de Namhsan subiendo a los templos y
metiéndome en las fábricas de té para ver cómo era el proceso de fabricación.
Luego una cena rápida, ducha y a la cama tempranito que al día siguiente tocaba
una caminata de ocho horas hasta mi destino final. Un monasterio en mitad de
las montañas.
Por la mañana me levanté a las seis de la mañana, desayuné y me
puse en camino. El camino fue increíble, mientras caminaba mis ojos se llenaban
de paisajes montañosos espectaculares plantaciones de té y pequeños pueblos
locales donde la gente se quedaba mirándote asombrado mientras los pequeños salían
corriendo a saludarte, ¡Hello!
A
mitad de camino paré en una pequeña aldea donde me ofrecieron sentarme a comer
unos noodles con un poco de verdura y té. La mujer era encantadora y, aunque no
tenía mucha hambre, sólo por estar un rato charlando con ella y su marido
mereció la pena. Tras descansar junto al fuego y de divertirnos hablando en
inglés continué mi viaje caminando entre montañas verdes y plantaciones de té.
La caminata se hizo más dura de lo que esperaba no sólo porque la ruta era
montañosa y hacía un calor increíble, sino porque entre pueblo y pueblo
aparecían cruces en el camino donde tenía que decidir donde seguir sin tener ni
idea de donde me encontraba. Así fue como en uno de ellos me fui por donde no
debía y, hasta que pude encontrarme con alguien que me corrigió el rumbo pasé
un buen rato andando y lo peor de todo es que luego tuve que deshacer el camino
andado acortando colina arriba entre plantaciones de té.
Cuando
conseguí volver a colocarme en el camino adecuado estaba hecho polvo, llevaba
ya nueve horas caminando y todavía no sabía cuánto me quedaba para llegar al
monasterio. Por lo menos conseguí parar a un chavalito que iba en una escúter y
me llevó durante parte del camino.
Por
fin después de caminar durante todo el día llegué a mi destino final. Un
pequeño y humilde monasterio situado al final de una pequeña villa que me daría
refugio y comida hasta el día siguiente que siguiera mi camino. Cuando llegué
me recibió el monje más antiguo del monasterio. Una persona amable y sonriente
con inglés básico que me invitó a té y galletas. Después de la paliza andando
yo devoraba las galletas con un hambre nerviosa y charlaba con los monjes mientras
me preparaban un colchón en el suelo y unas mantas para pasar la noche.
Sobre
las siete de la tarde y ya de noche el monje más antiguo me llamó para ir a
cenar. Juntos nos acercamos a un edificio de madera anexo al templo donde
estaba la cocina y las mujeres monje me habían preparado una excelente cena con
curry, arroz, verduras y una excelente sopa de pepino. Un perfecto final para un
día de caminata.
Al
día siguiente me levanté a las cinco de la mañana con el canto de los monjes.
La noche había sido dura porque cuando el generador se puso en marcha, la sala
donde yo dormía quedó iluminada y ya no apagaron la luz en toda la noche con lo
que podéis imaginar lo poco que pude dormir. Una vez levantado y aseado
desayuné un buen plato de arroz con verduras, pollo y sopa, una buena fuente de
energía que iba a necesitar en la caminata que me esperaba por delante. 8h
hasta mi siguiente destino, una pequeña aldea en el valle donde me quedaría a
dormir en una cabaña con una familia local para terminar el trekking al día
siguiente.
La
caminata empezó siendo muy prometedora bajo los mismos paisajes de montañas y
plantaciones de té del día anterior. No obstante en breve se convirtió en un
laberinto de intersecciones y cruces de caminos en los que me las veía y me las
deseaba para encontrar un lugareño en el camino o entre los arbustos de té que
me indicara la dirección correcta. Como resultado volví a perderme un par de
veces y tuve que deshacer mi camino otras tantas. Pero por fin después de 8h de
caminando y un pequeño trozo subido en una moto local conseguí llegar a mi
destino final.
La
aldea estaba situada en la falda de la montaña ya camino del valle, no tenía
más de diez casas todas ellas de madera y bambú, el camino de tierra atravesaba
el pueblo distribuyendo las casas a ambos lados del mismo y una fuente servía a
los lugareños de ducha comunal.
Llegué
a medio día y con un calor sofocante y exhausto después de la caminata que me
había marcado. En el momento en que entré en la aldea la mujer de la guest
house me indicó que entrar en su tienda para comer y descansar. Sin pensármelo
dos veces dejé mi mochila en el suelo que para aquel momento pesaba como si
llevara troncos de madera y me senté a comer un plato de arroz con cerdo.
Cuando
terminé de comer pensé que quizás la mejor opción sería hacer un último
esfuerzo e intentar llegar a Hsipaw ese mismo día y así poder dormir en una
cama decente y darme una buena ducha. Así que no me lo pensé dos veces y con
las baterías cargadas por la comida y el descanso decidí volver a ponerme en
marcha. El reto eran otras 8 horas de camino pero lo bueno es que ya estábamos
en el último tramo y la mayoría del tiempo estaría caminando cuesta abajo.
Pasadas las dos primeras horas de camino me di cuenta que aquello no iba a ser
tan sencillo como pensaba en un principio. Eran las cuatro de la tarde, las
piernas empezaban a cargarse más y las rodillas tampoco se quedaban atrás. No
sabía cuánto tiempo quedaba hasta Hsipaw pero sabía que, o conseguía una moto o
me quedaban dos horas de luz para hacer el trayecto final.
Por
suerte después de pasar la segunda villa que tenía en el camino vi como una
moto se acercaba conduciendo en mi misma dirección. No me lo pensé dos veces he
hice gestos para que se detuviera y me acerqué a hablar con el conductor para
ver si me podía llevar un tramo del camino. Pero no sólo resultó que iba en mi
misma dirección sino que también iba hasta Hsipaw y me dijo que subiera que me
llevaba todo el camino. - ¡Sí señor, partida gratis! – o eso pensé yo hasta me
subí en aquella escúter. Y es que los caminos, o mejor dicho pistas forestales,
son un infierno excepto para los lugareños y sus motos. Su habilidad en la
conducción es admirable, las cuestas por las que bajábamos entre barro, ramas,
piedras y baches hacía que la moto botase y se tambalease de un lado a otro. Yo
en algunos tramos he de confesar que mientras el conductor se reía yo cerraba
los ojos porque pensaba que así habría menos peligro.
No
obstante después de una hora y media la moto me dejó a la entrada de Hsipaw y
ya desde allí caminé hasta mi casa rural donde podría descansar, ducharme y
dormir en una cama cómodamente. Además allí coincidí con la pareja de
holandeses con los que vine en tren desde Pyin Oo Lwin así que nos fuimos a
cenar y tomarnos un batido juntos.
Mi
último día en Hsipaw lo dediqué a visitar los sitios que me quedaban por ver,
la pequeña Bagan y el palacio Shan y a comer y beber batidos en Mr Shan. Luego
regresé a mi guest house y preparé mi mochila para mi último destino en
Myanmar, la ciudad de Myanmar, pero eso será parte de mi siguiente post.
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