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martes, 12 de noviembre de 2013

Mamasa una entrada en Sulawesi por la puerta grande

El jueves diez de octubre Susana y yo nos despedimos de Juanma en el Aeropuerto de Lombok y cogimos el avión de las nueve y cinco de la noche hacia Makassar capital de la isla de Sulawasi al norte de lombok.



Aterrizamos en el aeropuerto internacional de makassar sobre las diez y veinte de la noche y, como ya era demasiado tarde y los pete petes no funcionaban a esas horas, tuvimos que coger un taxi para que nos llevara hasta el centro de la ciudad donde nos alojaríamos en un hostal muy sencillo para pasar la noche.

Makassar es la tercera ciudad en extensión y número de habitantes de Indonesia y eso se nota. A pesar de ser ya de noche las calles estaban llenas de coches y gente comiendo en los puestos y wuarung locales. La zona del puerto que era donde teníamos el hotel estaba llena de pequeños bares y locales de alterne que le daban un cierto aire a película de Hollywood. Así que decidimos aprovechar la única noche que íbamos a pasar en Makassar y nada más dejar las mochilas en la habitación nos fuimos a buscar un lugar donde poder comer algo antes de irnos a dormir.

Al día siguiente nos levantamos antes de que saliera el sol para poder coger el autobús que nos llevaría hasta Mamasa. Para ello recorrimos la calle principal hasta el cruce donde paran todos los pete-petes y una vez allí paramos el que tenía escrito terminal de autobuses. El trayecto fueron sólo 5000IDR por persona y el pete-pete nos dejó en la misma terminal de autobuses. Una vez allí preguntamos por el autobús que iba a Mamasa y nos dijeron que no iba ningún autobús, que si queríamos ir a Mamasa tendría que ser en una minivan. Como en la guía estaba escrito que había autobuses a Mamasa y el mismo dueño del hostal nos había informado el día anterior de qué autobús teníamos que coger para ir allí, intenté averiguar si había otra manera de ir que no fuera la furgonetilla.





Tras varios intentos de comunicación con lugareños adormilados por las horas tan tempranas, desistí en mi cruzada y aceptamos dos sitios en la furgoneta que, como todos los transportes que cogeríamos de ahí en adelante en Sulawasi, iba hasta arriba de gente, cajas, arroz, gallinas y demás mercancías que los lugareños llevaban a sus diferentes destinos.



El autobús no resultó tan incómodo como parecía y además tuvimos suerte y conocimos al párroco de una aldea cercana a Mamasa, el señor Demas, que era una persona encantadora y, como sabía inglés, nos estuvo contando como esos días se celebraba en Mamasa un gran festival que conmemoraba los 100 años de conversión de las tribus locales al catolicismo. Y es que en indonesia, un país de mayoría musulmana, Sulawasi es una excepción y muchas de sus ciudades como, Mamasa, Rantepao, Tentena y Manado son de mayoría cristiana.

A pesar de la eclesiástica compañía el trayecto fue un auténtico infierno, la primera etapa hasta Pare Pare la carretera estaba en buenas condiciones aunque eso no fue óbice para que reventáramos una rueda y casi nos pegáramos un castañazo. 


Por lo menos aprovechamos para hacernos unas fotos con la chiquilleria del lugar. Pero lo peor vino después de Pare Pare donde la carretera se divide en dos y la parte buena va hacia Rantepao mientras que el camino de cabras lleva a Mamasa. Fueron doce largas, que digo, larguísimas horas con las piernas encogidas en una furgoneta que se movía más que la compresa de una coja y por si fuera poco con el CD de música local a todo volumen.





Por fin a las diez u once de la noche llegamos a Mamasa y enseguida pudimos ver que allí el cristianismo se lleva muy en serio porque por todos lados había cruces iluminadas con neones. Tuvimos suerte porque nuestro amigo Demas nos había dicho que nos quedáramos en la guest house Ramayana inn de su amigo Arianus Madadung que hablaba inglés y que nos iba a tratar muy bien. Fue tan sumamente amable que, a pesar de bajarse en un pueblo anterior a Mamasa, llamó al Arianus para decirle que íbamos para allá y que nos reservara una habitación.




El sitio era muy sencillo, una habitación grande, con dos camas y un baño muy básico pero Arianus la verdad es que era encantador y nos recibió con los brazos abiertos disculpándose por la sencillez de sus habitaciones. Como el sitio nos pareció perfecto dejamos las mochilas y nos fuimos a cenar a un warung cercano que nos recomendó el dueño de la guest house.

Al día siguiente nos levantamos temprano y, antes de salir a desayunar nos fuimos a informar con Arianus de las cosas que podíamos ver y hacer en la zona. Este nos informó del festival tan importante que se estaba celebrando en la ciudad por los cien años de conversión de las tribus locales al catolicismo. Y como, por esta razón, había varios actos culturales en la explanada del campo de futbol. También nos dio planos de las diferentes rutas que podíamos hacer por el valle así como un pequeño cuaderno con toda la información de la historia de Mamasa y sus tribus locales.

Con toda la información en nuestras manos decidimos salir a desayunar primero y cargar las pilas para el día que teníamos por delante. Salimos de la guest house y fuimos al que sería el restaurante de referencia para nosotros durante los días que estuvimos en Mamasa. Todo lo que hacían estaba riquísimo, tanto los bollos del desayuno, como los diferentes platos de comida que distaban mucho de los simples nasi goreng y mee goreng. Además los dueños eran una familia encantadora que te trataban como si fueras su hijo.




Después de desayunar nos acercamos al campo de futbol para ver qué actividades habían preparado para ese día. Por el camino se nos unió un grupo de jóvenes de Makassar que habían ido a pasar las fiestas a Mamasa y, como estaban alojados en la misma guest house que nosotros, se ofrecieron a acompañarnos. El pueblo de Mamasa era una delicia, no es que tuviera nada especialmente bonito pero el ambiente era encantador. No había turistas y todo el mundo que nos cruzábamos nos saludaba con un “hello mister”.

Llegamos al campo de fútbol y buscamos un sitio entre la multitud expectante que nos miraba con cara de asombro y entusiasmo. Nosotros no sabíamos que íbamos a ver así que la sorpresa fue mucho mayor cuando vimos cómo el acto se trataba de un concurso de bailes tradicionales de las diferentes aldeas locales que representaban los 100 años de conversión al cristianismo. Los bailes estuvieron genial, mucho mejor que los eventos turísticos enlatados que te venden en Bali y otros sitios de Indonesia. Aquí se respiraba un ambiente cultural local mucho más auténtico y las representaciones, aunque mucho más sencillas que las preparadas para turistas en Bali, tenían mucho más encanto.












Así que nos quedamos haciendo fotos y vídeos durante buena parte de la mañana. Una vez terminadas las representaciones estuvimos hablando con los diferentes grupos que estaban encantados de que hubiéramos ido a ver su representación y enseguida nos cogían para hacerse fotos con nosotros.








Cuando por fin nos pudimos zafar de las sesiones fotográficas fuimos a comer a nuestro restaurante favorito y luego decidimos hacer la ruta hasta las fuentes termales que nos había recomendado Arianus por ser la más sencilla, tranquila y cortita. Además pasaba por varias aldeas locales y por los arrozales de la zona. La ruta fue el postre para un día  más que interesante. Pasamos por aldeas muy chulas donde la gente nos saludaba con entusiasmo y los campos de arroz, a pesar de que en muchos casos ya se había recogido la cosecha, seguían siendo preciosos.









Pero lo mejor sucedió antes de empezar el trekking cuando, al pasar por delante de una de las muchas iglesias, escuchamos como un coro estaba cantando en su interior. Sin pensarlo dos veces y atraídos por la música, nos colamos dentro para ver el ensayo. No escribo nada más, sólo os pido que veáis el vídeo.


Y todavía quedaba el plato fuerte. Resulta que por la noche en la ciudad se celebraba una especie de romería motorizada en la que toda la gente de Mamasa y alrededores montaba en sus motos con antorchas de bambú y se dirigían hacia la catedral en medio de una algarabía de tubos de escape, acelerones, gritos, pitidos y fuegos artificiales. Una mezcla parecida a el gran premio de Jerez y las fallas todo en uno.



Al día siguiente nuestro modus operandi fue el mismo que el del día anterior. Primero fuimos a desayunar a nuestro restaurante habitual y aprovechamos para ver el desfile local de la representación de las diferentes aldeas que, vestidos con sus mejores trajes, caminaban por el pueblo mientras unos jueces situados en diferentes lugares puntuaban sus trajes y sus coreografías.









Cuando terminamos el desayuno nos pusimos en camino para realizar el trekking más largo de todos los que nos habían dado en la guest house. La verdad es que fue una pasada de caminata que nos llevó por pequeñas aldeas, campos de arroz, plantaciones de café y paisajes espectaculares del valle cercano a Mamasa. Incluso en una de las paradas para preguntar si íbamos por el camino correcto conocimos a un lugareño que hablaba perfectamente español porque había estado trabajando para una empresa española en Yakarta.








Estuvimos todo el día pateando hasta que decidimos que ya había sido suficiente y, en el camino de vuelta, empezamos a hacer autoestop. Al poco tiempo paró un joven en moto y después de mucho discutir, conseguí que Susana se subiera y fuera ella primero que seguro que la seguiría yo poco rato después. Y así fue, no pasaron ni diez minutos cuando un camión me dejó montarme en su montacargas y me llevó hasta el cruce principal de Mamasa donde me esperaba Susana para irnos a comer una deliciosa sopa de noodles en un puestecillo enfrente del campo de fútbol.

Cansados como estábamos por la dura caminata el resto de la tarde noche lo pasamos en la guest house hasta que llegó la hora de cenar y decidimos cambiar de restaurante para probar uno que habíamos visto cerca del campo de fútbol. Tuvimos mucha suerte porque también cocinaban genial y además nos encontramos con Demas que había venido a Mamasa para ver el festival y encontrarse con unos amigos suyos holandeses, asi que le invitamos a cenar por haber sido tan amable con nosotros.




Mientras cenábamos aprovechamos para informarnos de los autobuses que iban a Rantepao y tuvimos la primera mala noticia. Resulta que al ser domingo el autobús directo que hace la ruta Mamasa-Rantepao no funcionaba y tendríamos que coger la ruta alternativa por Pare-Pare. Tras discutir y preguntar a varios lugareños que había en el restaurante llegamos a la conclusión de que había un servicio que salía a las nueve de la mañana y llegaba hasta Pare-Pare donde tendríamos que hacer trasbordo para coger un autobús que nos llevaría hasta Rantepao.

Así que con el planning del día siguiente en la cabeza nos despedimos de Demas y nos fuimos a la cama a descansar porque necesitaríamos todas nuestras energías para el duro viaje que nos esperaba hasta Rantepao. Pero eso será parte de mi siguiente post.

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