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lunes, 24 de junio de 2013

Penang una Isla para comer

Llegué a Penang el domingo por la tarde después de 4h de autobús dispuesto a comprobar cuánto había de verdad en la fama de Penang como la capital culinaria de Malasia.



Como llegué cerca de la hora de cenar, después de encontrar una guest house donde dejar mis cosas pregunté en la recepción dónde podía comer bueno, bonito y barato. El resultado fue un mercado nocturno repleto de puestos con diferentes especialidades. Uno de esos sitios cargados de aromas, comida y gente donde la oferta es tan grande que se hace difícil decidir que poder comer. Finalmente me decidí por un arroz con pollo y salsa de soja, sí sé que no es lo más original pero por lo menos sabía lo que me estaba metiendo para el cuerpo y no tendría que preocuparme por mi visita al baño del día siguiente.

Por la mañana me desperté temprano para recorrer la ciudad. La mejor forma de hacerlo es conseguir un plano con los circuitos para visitar las obras de arte urbano que están desperdigadas por todo el centro de la ciudad. Esta idea me parece genial, no solamente le dan un colorido especial a la lo que de lo contrario serían frías paredes de cemento, sino que alguno de los ejemplos son realmente increíbles.











De mis paseos por Penang me quedé con una sensación agridulce. Por un lado me encantaron sus obras de arte y algunos de sus edificios calles coloniales, pero también he de decir que me esperaba un centro de la ciudad más limpio y peatonal donde se agruparan todos los edificios de la época colonial en lugar de que estos estuvieran desperdigados entre modernos bloques de hormigón.



















Por la tarde noche me acerqué al barrio hindú de penang “Little india” que al contrario que el barrio del mismo nombre de Singapur, este me pareció que tenía más personalidad y ambiente, de hecho me decidí por uno de sus restaurantes para cenar y la verdad es que el tandori set que me metí para el cuerpo estaba delicioso. 




Pero lo mejor estaba por llegar ya que en mi camino de vuelta a la guest house me paré en una cafetería que me llamó la atención por lo acogedora que parecía se llamaba the mugshot cafe en 302 chulia street. Entré para ver los precios y me encontré con algo totalmente inesperado que me alegró el día. ¡Vendían yogur casero! muchos de vosotros pensaréis que no es nada del otro mundo pero creerme cuando llevas 5 meses sin probar uno y te encuentras con uno tan rico como el que esta tienda vendía se te saltan las lágrimas de felicidad.




Al día siguiente decidí que ya había visto demasiado de la ciudad y, dado que estaba en una isla, me acerqué a la zona de playas donde pude comprobar una de esas cosas que por más que te las cuenten no te las puedes creer. Resulta que Penang es un destino ´de playa que recibe a gente del golfo pérsico con lo que la playa estaba repleta de mujeres y niñas tapadas de los pies a la cabeza con el chador integral y velo negros bañándose en el mar mientras sus maridos vigilan desde la playa en sus bañadores último modelo.

Como las playas no eran nada del otro mundo y el ambiente era más que dudoso decidí acercarme al hotel Holiday inn y colarme en su piscina para relajarme y pegarme un chapuzón. Eso es lo bueno de ser occidental en el sudeste asiático, cuando entras en un hotel todo el mundo asume que eres cliente, con lo que si andas con paso decidido nadie te preguntará si te alojas ahí o no y podrás disfrutar de una mañana tranquila bañándote en la piscina.

Después de dos días en la Isla decidí que la comida tampoco me resultaba demasiado atractiva como para quedarme más tiempo y mi siguiente destino tenía mucho más atractivo. Así que compré un billete de autobús para las islas Perhentian donde volvería a bucear después de 10 años. Pero eso será parte del próximo post.

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