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domingo, 10 de febrero de 2013

Katmandú, Patán y Bhaktapur algo nunca visto


La ciudad de Katmandú es una pasada, en el centro sus callejuelas están llenas de templos decadentes y casas que tiemblan y parece que se vayan a caer de viejas. El ambiente de la calle es brutal, hay miles de tiendecitas de todo tipo y puestos callejeros de verduras o frutas pero, a diferencia con la india, no hay estrés ni olores. Por donde quiera que vayas puedes encontrar rostros amables que te dan los buenos días “namaste” sin ninguna otra intención que su amabilidad.








Lo mejor es callejear y disfrutar de todos los tesoros y templos que te encuentras. Incluso yo decidido a limpiar mi Karma, vi que estaban pintando el templo de Kathesimbhu y me decidí a ayudar. El ajetreo ya os podéis imaginar, un extranjero ayudando a pintar. Todos me agradecían de mil formas el gesto y se preocupaban sobremanera por si me manchaba la ropa. Pero luego estaban encantados porque según ellos como yo era muy alto podía llegar bien al tejado del templo. Pues mira que me lo pasé bien esa mañana. Y dejamos el templo blanco, blanco. No obstante mi karma sigue fastidiado porque ese mismo día rompí mi segundo par de gafas.









Después de mi buena obra del día caminé hasta el centro de la ciudad, la plaza Durbar. Pocas veces me ha sorprendido tanto un sitio como este. Viniendo de las calles estrechas desembocas en una plaza llena de grandes templos de arquitectura nepalí y el palacio real. De hecho durbar significa palacio. Incluso en la cara sur tiene la casa-palacio la diosa viviente kumari. La plaza rebosa vida, hay cantidad de gente joven sentada en las escaleras de los templos y un montón de turistas haciendo fotos.












La belleza de la plaza durbar rivaliza con la plaza del mismo nombre del barrio de Patán. Al sur de Katmandú. Patán fue una ciudad estado independiente hasta que el rey Shiva Malla unificara todos los reinos nepalíes en uno sólo. Fue bajo esta dinastía sXVI y sXVIIcuando Nepal floreció culturalmente y más concretamente Patán que vive su momento de gloria y se construye el centro cívico de la plaza de durbar. Tuve que pagar para entrar porque por más que intenté hacerme el loco cada vez que me veía venia corriendo una chica nepalí a pedirme la entrada. Pero he de decir que merece la pena. Después de la plaza de durbar de Katmandú creí que no me podría sorprender más y realmente esta plaza tiene un encanto brutal. 









Y aún quedaba todavía lo mejor…

Bhaktapur la tercera ciudad estado y para mí la más bonita de todas las del valle de Katmandú. Para llegar allí hemos tenido que coger un autobús en el centro 25 npr 1h. Una vez allí pagas la entrada 15$ y déjate llevar. El pueblo tiene un encanto y una magia que lo hacen único. No hay casi ruido y las horas pasan despacio entre callejuelas estrechas que desembocan en pequeños templos, estanques y plazas llenas de encanto. Los artesanos tallan la madera y por todas partes hay pequeño puestos con máscaras, cuadros, tapices y diferentes suvenires que poder llevarse a casa.







El sitio es tan chulo que he perdido a Fernando y me ha dado igual. He seguido caminando y perdiéndome por entre los callejones inventándome las historias que podía haber detrás de cada puerta o en cada patio.







Después de comer he cogido de nuevo el autobús de vuelta y me he bajado en la estupa de Bodhnath. La más grande del mundo. Cuando he llegado el sol ya se estaba poniendo y el efecto de luz que daba sobre los ojos de buda era genial. Todos los peregrinos daban vueltas a la estupa en el sentido de las agujas del reloj cantando sus rezos mientras grupos de gente joven charlaban en sentados en sus escalones.




Allí me he encontrado con mi amigo Neil que ha venido a despedirse porque se vuelve a la India a dar sus clases de música. Nos hemos tomado un chai y hemos charlado un ratejo. Me ha comentado que le ha dado mi teléfono a su hermana, ya que ella y su marido van con unos amigos a Pokara y quieren que quedemos para hacer una cena. Como siga a este ritmo voy a cobrar comisión por cada tortilla de patata cocinada en el extranjero. Después de un rato nos hemos despedido y deseado lo mejor el uno al otro. Espero que alguna vez se pueda venir a España a pasar unos días.
Sigo manteniendo que los cimientos de los viajes están en la gente que te encuentras.

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