El
10 de agosto nos levantamos pronto desayunamos tranquilamente en la guest house
y cogimos el primer autobús que salía de la terminal de autobuses de larga
distancia de Sukhotai para llegar a Chian Mai sobre las 2:30 de la tarde. Bajamos
del autobús y enseguida nos vinieron a buscar los conductores de Sawats para
llevarnos a nuestra guest house. Por suerte habíamos conocido a una pareja muy
maja de vascos que viajaban en el mismo autobús y decidimos compartir el gasto.
Chiang
Mai es una ciudad realmente agradable para tanto para descansar unos días
paseando por las estrechas calles de su casco antiguo, acercarse al río,
visitar sus templos para recibir la bendición de un monje o ir de compras en su
mercado nocturno o, mejor aún, en su mercado de los domingos.
Dejamos
nuestro equipaje en la guest house y después de pegarnos una ducha decidimos
salir a comer algo y darnos una vuelta por la ciudad. Salimos del centro
histórico por la puerta de la muralla Pratu Chian Mai y giramos a la izquierda
por don chai rd y nos metimos en el primer restaurante que vimos abierto. Luego
de llenar nuestros estómagos con un buen curry y unos noodles seguimos camino
hasta el río para hacer tiempo mientras se montaba el mercado nocturno. El plan
iba perfectamente si no fuera porque en mitad del paseo empezó a caer una
tormenta de las que Noé veía desde su barco y nos tuvimos que refugiar en el
primer templo que vimos.
Parecía
que se el grifo se había roto y el agua no dejaba de caer, estábamos en la otra
punta de la ciudad refugiados bajo el techado de un templo y se nos acababan
los temas de conversación. Así que en un momento que vi un coche que salía del
parking del templo se me ocurrió acercarme a ver si podía llevarnos hasta la
guest house. Resultó que la señora tenía una tienda en frente del templo y
había ido un momento para rezar y tenía que volver a su trabajo. No obstante
ella muy amablemente se ofreció a pararnos un tuk-tuk y negociar el precio para
que no nos sacaran los ojos por el trayecto. No obstante cuando le dijimos que
no hacía falta porque ya parecía que
llovía menos e íbamos a intentar volver por nuestro propio pie, entró en
su tienda y nos regaló dos paraguas de waltdisney para el camino. Una vez más
se demuestra que la gente hace los sitios.
De
camino a la guest house paramos pasamos por la plaza de la puerta Pratu tha
phae donde estaban de celebraciones por el próximo cumpleaños de la reina el
día 12. Habían montado un escenario y varios grupos de baile tradicional
locales realizaban sus coreografías mientras uno de sus miembros cantaba una
canción. Lo gracioso de todo esto es que las actuaciones se realizaban bajo la
lluvia que no paraba de caer. Rosa y yo, como no teníamos demasiado interés en
culturizarnos, decidimos subir a la terraza de un bar que había enfrente súper
chulo a tumbarnos en los cojines y tomarnos unas cervecitas mientras
esperábamos a que dejara de llover para volver a casa.
Cuando
por fin dejó de llover durante un rato decidimos aprovechar la oportunidad para
irnos a la guest house, no sin antes paramos en el mercado nocturno para cenar
un plato de arroz con cerdo crujiente, una sopa de fideos con cerdo y verdura y
unos batidos de galletas oreo que estaban para chuparse los dedos. Todo ello
por menos cuatro euros.
Rosa se llevó la peor parte de la noche atrayendo todas las picaduras de mosquito a sus pobres pies
Al
día siguiente decidimos aprovechar bien nuestra jornada y con la mochila
cargada con embutido y pan más un mapa de la cuidad en mano paseamos por las
calles del casco antiguo de Chiang Mai disfrutando de sus calles, entrando en
los spas y visitando los diferentes templos. Cuando llegó la hora de comer nos
acercamos al parque Buak hat para escondernos del calor sofocante y zamparnos
nuestros bocadillos de embutido español. La cara de los tailandeses cuando nos
veían preparar con mimo nuestra comida era todo un poema.
Ya
por la tarde y, después de terminar con nuestra ruta de templos nos pasamos por
el mercado de fin de semana que se sitúa en el cruce de las dos calles
principales del centro del casco antiguo de Chian Mai. El mercado es
chulísimo tiene muchos puestecillos para
comprar suvenires y otros tantos de comida para cenar. No obstante está lleno
de turistas y la experiencia se nos atragantó un poco la verdad. Era muy
difícil caminar entre tanta gente y, como nosotros no estábamos interesados en
comprar nada, comimos unas salchichas en uno de los puestos y nos fuimos en
busca de otro batido de galletas oreo antes de volver a nuestra guest house a
dormir.
El
domingo por la mañana nos levantamos con la idea de alquilar una moto y hacer
una rutilla por los pueblos del norte de Tailandia. Habíamos conseguido cuadrar
nuestros equipajes para meter lo más importante en una sola mochila y bajamos a
desayunar al restaurante/bar de la guest house. Pero cuando nos trajeron el
café con los huevos fritos y el bacon empezó otra vez a llover como si el mundo
se fuera a acabar y, tras una breve deliberación, nos dimos cuenta que el plan
moto podía salir muy mal y decidimos ir avanzando hacia la frontera con Laos
cogiendo un autobús hasta Chian Rai. Pero eso será parte de mi siguiente post.
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