El
día 27 aterricé a las ocho de la mañana en el aeropuerto de Yangon después de
una jornada interminable en la que sólo pude dormir un par de horas.
En
la cola del pasaporte conocí a dos chicas suramericanas Carla, chilena y
Victoria, uruguaya que viven en Nueva Zelanda pero que estaban de vacaciones y
tras sacar dinero en los cajeros decidimos compartir un taxi hasta el centro de
la ciudad. Para ello salimos del aeropuerto y caminamos un poco para eludir las
tarifas de los taxistas que paran en la terminal y buscar un taxi directamente
en la calle. Se puede ir en autobús pero como esa información no venía en la
guía no lo averigüé hasta que ya estaba en la guest house.
Durante
el trayecto del aeropuerto al centro los tres íbamos comentando lo moderna que
nos parecía la ciudad o, mejor dicho, lo diferente que parecía de la imagen que
nos habíamos formado por todo lo que nos habían contado. Sin embargo Yangón es
una ciudad relativamente moderna y parecida a otras ciudades del sudeste
asiático.
Evidentemente
se puede comparar con la modernidad de Bangkok o Kuala Lumpur, pero que nadie
se piense que es un pueblo en medio de arrozales. Aunque básicos y
rudimentarios tiene un buen sistema de autobuses que te pude llevar a cualquier
parte de la ciudad por 100-200 kyt. Las calles están mucho más limpias que
muchas ciudades de la India. Existen varios puestos internet e incluso
cafeterías con wifi. Los smartphones están a la orden del día y hay cajeros y
bancos donde sacar dinero. Si bien es cierto que muchos de ellos sólo aceptan
tarjetas birmanas, existen otros como el Banco CB que acepta visa.
Que
Myanmar está cambiando es un hecho porque en la ruta mañanera que hice con
Carla y Victoria nos cruzamos con una marcha de gente que protestaba delante
del ayuntamiento porque el gobierno les había expropiado las tierras.
Mis
días en la ciudad los he pasado adaptándome al paso del país, aceptando la
lluvia como parte de mi viaje, comiendo en los puestecillos calejeros y
visitando las diferentes monumentos entre las que destaca sin duda alguna la
shwedagon paya, una maravilla de 98 metros de alto cubierta de oro que es el
símbolo de la ciudad y junto con Bagan del país entero.
El
monumento es impresionante, el resplandor del oro que la recubre es
espectacular y la tranquilidad que rodea a última hora de la noche lo convierte
en un espacio mágico. Tanto es así que yo he visitado la estupa dos veces
porque la primera me quedé sin batería en el móvil y quería tener fotos de este
maravilloso templo.
Después
de dos días en Yangón donde me he dado cuenta de lo fácil y cómodo que he
viajado en Malasia he tenido que cancelar mi opción de viajar a las playas
porque al parecer el monzón no deja llegar hasta allí y hoy he comprado un
billete para la ciudad de Mawlamyine en el sur donde espero poder realizar una
ruta en ferry hasta la pequeña ciudad de Hpa-an. Pero eso será parte del
próximo post.
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