El 3 de abril 2013 merece un
post destacado. Este día cumplí un pequeño sueño en este viaje y buceé con
tiburones ballena, esta es la crónica de ese día espero poder transmitir las
emociones que recorrieron mi cuerpo ese día.
La noche anterior a la
inmersión quedamos todos los que nos habíamos apuntado a la excursión para
cenar juntos. Así que a las siete y media de la tarde nos reunimos en el hall
de la guest house y nos caminamos todos juntos hacia el mercado de Dumaguete
donde se concentran todos los puestecillos de comida callejera barata. Ya os
podéis imaginar que durante el paseo hasta el mercado así como en la cena, el
tema estrella de conversación fueron los tiburones ballena que íbamos a ver al
día siguiente. Todos estábamos ilusionados y excitados con la futura
experiencia. No parábamos de comentar lo impresionante que iba a ser la
inmersión y las ganas que teníamos de ver a los tiburones. Cenamos, reímos y
soñamos juntos hasta que decidimos que era hora de ir a dormir ya que al día
siguiente teníamos que estar listos a las 6:00 AM.
El día de la inmersión llegó
y yo ya estaba dando vueltas en la cama desde las cinco de la mañana hasta que
decidí cortar mi angustia y levantarme para prepararme y desayunar algo antes
de salir. En la terraza común me encontré a Patric un suizo casado con una
filipina y que tiene una casita en la isla
y Brandon un canadiense que estaba viajando con su novia por vacaciones.
Nos sentamos a desayunar juntos y a comentar lo grande que iba a ser la jornada
con las dos inmersiones previstas. Poco a poco fueron apareciendo más personas
apuntadas a la excursión hasta y fuimos cultivando nuestras emociones hasta que
por fin llegó el momento de reunirnos con los instructores en la tienda de
buceo. Recogí rápidamente mi botella de aceite de oliva con la que desayuno
todos los días y me dirigí a la tienda con el corazón palpitando emociones. Una
vez allí todos preparamos nuestro material, lo cargamos en las furgonetas y nos
pusimos en camino hacia el barco.
Tardamos una hora más o
menos en llegar hasta donde se encontraban los tiburones ballena. Durante el
camino no hacía más que mirar hacia el mar por si me encontraba alguno nadando
cerca del barco y con la ansiedad del momento no hacía más que preguntar al
instructor que nos acompañaba si quedaba mucho para el punto de buceo.
Por fin llegamos al lugar
determinado y todos nerviosos nos pusimos nuestros trajes de neopreno, los
chalecos con las bombonas, las aletas, las gafas y nos tiramos al agua.
Rápidamente nos agrupamos y comenzamos a descender y nadar en dirección a los
tiburones. Mi corazón explotaba con cada patada de mis aletas, la ilusión
forzaba mis ojos para intentar ver más allá de la visibilidad por si reconocía
la sombra de algún tiburón, de repente escuché el sonido característico de
advertencia del instructor cuando golpea su bombona con el puntero de hierro.
Dirigí mi mirada hacia donde él se encontraba y v como señalaba un punto en la
distancia. Giré mi cabeza y allí estaba…grande, inmenso, colosal, mi primer
tiburón ballena. Un pez de 9 metros de longitud, piel plateada y manchas
blancas se encontraba delante de mis ojos y mi cara dibujó una sonrisa que ya
no desaparecería en toda la inmersión.
Fueron 50 minutos observando
aquellas maravillosas criaturas, buceando entre ellas, observando cómo se
mueven lentamente y disfrutando cuando nadaban a tu lado ignorando tu
presencia. De cuando en cuando algún compañero señalaba tu espalda y ahí estaba
una aleta de metro y medio a punto de rozar tú cabeza. Un ligero movimiento y
el tiburón paseaba por tu costado flotando en el océano mientras tú contenías la respiración
esperando que ese momento no se borrara nunca de tu memoria. Por suerte Brandom,
el chico canadiense, tenía una cámara de fotos submarina y nos hizo fotos a
todos para que no olvidemos nunca ese momento.
Después de la inmersión
subimos al barco para ir a nuestro siguiente destino la isla de Sumilan una
pequeña isla paradisiaca situada enfrente de la isla de Cebú. Todos
comentábamos lo divertida que había sido la inmersión, lo enormes que eran los
tiburones y las ganas que teníamos de volvernos a meter en el agua para ver los
siguientes tiburones, esta vez tiburones de arrecife de punta negra.
La segunda inmersión no
tampoco se quedó atrás, fue una entretenidísima inmersión con una ligera
corriente y una pared que bajaba hasta 35 metros llena de corales y peces de
todos los colores y tamaños. Ahí estaban los pequeños peces payaso y
murciélago, los territoriales peces gatillos, los multicolores peces loro,
incluso los camuflados peces escorpión y sapo. Todos se dejaban mientras
nosotros nos dejábamos arrastrar tranquilamente por la corriente submarina
ensimismados entre tanta belleza. Pero lo que todos queríamos ver tardó un poco
más en aparecer, dos tiburones de arrecife de punta negra de metro y medio,
cruzaron en la lejanía tranquilamente en su paseo matutino mientras nosotros no
dábamos crédito a la divertida que estaba siendo la segunda inmersión.
Cuando subimos al barco
todos manteníamos la misma sonrisa de niño en nuestras caras y no dejábamos de
comentar y comentar las dos inmersiones, había sido un día increíble. Ahora
sólo quedaba que Patrick un compañero que había alquilado tres inmersiones
realizara la suya y volveríamos a la guest house para cenar y celebrarlo antes
de dar mi siguiente paso hacia la isla de Bohol y su famosa playa de panglao.
Pero eso será motivo de otro post.
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