La
ciudad de Katmandú es una pasada, en el centro sus callejuelas están llenas de
templos decadentes y casas que tiemblan y parece que se vayan a caer de viejas.
El ambiente de la calle es brutal, hay miles de tiendecitas de todo tipo y
puestos callejeros de verduras o frutas pero, a diferencia con la india, no hay
estrés ni olores. Por donde quiera que vayas puedes encontrar rostros amables
que te dan los buenos días “namaste” sin ninguna otra intención que su amabilidad.
Lo
mejor es callejear y disfrutar de todos los tesoros y templos que te
encuentras. Incluso yo decidido a limpiar mi Karma, vi que estaban pintando el
templo de Kathesimbhu y me decidí a ayudar. El ajetreo ya os podéis imaginar,
un extranjero ayudando a pintar. Todos me agradecían de mil formas el gesto y
se preocupaban sobremanera por si me manchaba la ropa. Pero luego estaban
encantados porque según ellos como yo era muy alto podía llegar bien al tejado
del templo. Pues mira que me lo pasé bien esa mañana. Y dejamos el templo
blanco, blanco. No obstante mi karma sigue fastidiado porque ese mismo día
rompí mi segundo par de gafas.
Después
de mi buena obra del día caminé hasta el centro de la ciudad, la plaza Durbar.
Pocas veces me ha sorprendido tanto un sitio como este. Viniendo de las calles
estrechas desembocas en una plaza llena de grandes templos de arquitectura
nepalí y el palacio real. De hecho durbar significa palacio. Incluso en la cara
sur tiene la casa-palacio la diosa viviente kumari. La plaza rebosa vida, hay
cantidad de gente joven sentada en las escaleras de los templos y un montón de
turistas haciendo fotos.
La
belleza de la plaza durbar rivaliza con la plaza del mismo nombre del barrio de Patán. Al sur de Katmandú. Patán fue una ciudad estado independiente hasta que
el rey Shiva Malla unificara todos los reinos nepalíes en uno sólo. Fue bajo
esta dinastía sXVI y sXVIIcuando Nepal floreció culturalmente y más
concretamente Patán que vive su momento de gloria y se construye el centro
cívico de la plaza de durbar. Tuve que pagar para entrar porque por más que
intenté hacerme el loco cada vez que me veía venia corriendo una chica nepalí a
pedirme la entrada. Pero he de decir que merece la pena. Después de la plaza de
durbar de Katmandú creí que no me podría sorprender más y realmente esta plaza
tiene un encanto brutal.
Y aún quedaba todavía lo mejor…
Bhaktapur
la tercera ciudad estado y para mí la más bonita de todas las del valle de
Katmandú. Para llegar allí hemos tenido que coger un autobús en el centro 25
npr 1h. Una vez allí pagas la entrada 15$ y déjate llevar. El pueblo tiene un
encanto y una magia que lo hacen único. No hay casi ruido y las horas pasan
despacio entre callejuelas estrechas que desembocan en pequeños templos,
estanques y plazas llenas de encanto. Los artesanos tallan la madera y por
todas partes hay pequeño puestos con máscaras, cuadros, tapices y diferentes
suvenires que poder llevarse a casa.
El
sitio es tan chulo que he perdido a Fernando y me ha dado igual. He seguido
caminando y perdiéndome por entre los callejones inventándome las historias que
podía haber detrás de cada puerta o en cada patio.
Después
de comer he cogido de nuevo el autobús de vuelta y me he bajado en la estupa de
Bodhnath. La más grande del mundo. Cuando he llegado el sol ya se estaba poniendo y
el efecto de luz que daba sobre los ojos de buda era genial. Todos los
peregrinos daban vueltas a la estupa en el sentido de las agujas del reloj
cantando sus rezos mientras grupos de gente joven charlaban en sentados en sus
escalones.
Allí me he encontrado con mi amigo Neil que ha venido a despedirse
porque se vuelve a la India a dar sus clases de música. Nos hemos tomado un
chai y hemos charlado un ratejo. Me ha comentado que le ha dado mi teléfono a
su hermana, ya que ella y su marido van con unos amigos a Pokara y quieren que
quedemos para hacer una cena. Como siga a este ritmo voy a cobrar comisión por
cada tortilla de patata cocinada en el extranjero. Después de un rato nos hemos
despedido y deseado lo mejor el uno al otro. Espero que alguna vez se pueda
venir a España a pasar unos días.
Sigo
manteniendo que los cimientos de los viajes están en la gente que te
encuentras.
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