“Yo no mande mis naves a
luchar contra los elementos”- Sería la frase histórica más adecuada para la
crónica de nuestro viaje de Mcleod Ganj a Manali. No sólo porque al igual que
las naves de Felipe dos palitos salimos dirigentes hacia nuestro destino, sino
porque al igual que estás, nunca llegamos a alcanzarlo.
Después de despedirnos de los amigos salimos en nuestro coche con la inocente intención de llegar esa misma noche a Manali. ¡Qué ilusos éramos entonces! no nos dimos cuenta que, por más sólo sean 300km, en la India la noción del espacio-tiempo es diferente. Así fue que después de lo que pareció una eternidad de curvas y contra curvas, decidimos que ya era suficiente y paramos a hacer noche en el pueblo de Kullu antes de intentar la ascensión hasta Manali.
Después de despedirnos de los amigos salimos en nuestro coche con la inocente intención de llegar esa misma noche a Manali. ¡Qué ilusos éramos entonces! no nos dimos cuenta que, por más sólo sean 300km, en la India la noción del espacio-tiempo es diferente. Así fue que después de lo que pareció una eternidad de curvas y contra curvas, decidimos que ya era suficiente y paramos a hacer noche en el pueblo de Kullu antes de intentar la ascensión hasta Manali.
El día siguiente se presentó
perfecto, el sol brillaba en un cielo bien azul y a las 10:00 estábamos camino
a Manali. Pero no contábamos con un pequeño problema. Resulta que el temporal
de nieve que nos despidió en Mcleod Ganj también había llegado a Manali y a sus
carreteras. Parece mentira pero en India las cosas funcionan así, construyen
una estación de esquí con vistas al Himalaya, pero cuando nieva no puedes visitarlas
porque no existen las quitanieves y las carreteras están bloqueadas. Consecuencia,
una curva cerrada, un puente sobre un río, hielo en la carretera y nuestro
coche que derrapa acercándose poco a poco a un precipicio de 10m.
Ni que decir tiene que esta
parte que sigue a continuación no se la podéis contar a mis padres.
Jamás me he sentido tan
indefenso Yo en el asiento del copiloto de un taxi indio mientras veía como
poco a poco se acercaba el precipicio y a mí sólo se me ocurría pensar que no
me daba tiempo a quitarme el cinturón de seguridad. Los ojos se me abrían más y
más a cada centímetro que el coche derrapaba y se acercaba hacia su final. Los
segundos se tornaron minutos y en el coche se hizo el silencio hasta que por
fin sonó un….CRACK! el coche había chocado contra el puente, una rueda colgaba
sobre el río y nosotros tres teníamos el corazón en la mano.
Después de preguntarnos unos
a otros si estábamos bien salimos rápidos del coche y comprobamos el resultado
de la escena. Bueno, nosotros y 20 ó 30 indios que salieron de debajo de las
piedras para ver qué había pasado. Parece mentira pero en eso mira que nos
parecemos los indios y los españoles.
Una vez ya se habían contado
la película y aclarado entre ellos cual había sido la causa del suceso, entre
todos levantaron el coche a pulso y lo volvieron a colocar sobre la carretera. ¡Ay!
si pusieran el mismo empeño en recoger la basura de las calles, ¡lo limpia que
estaría la India!
En fin, todo parecía en su
sitio pero, como suele suceder en estos casos, el coche empezó a soltar aceite.
Tuvimos que llevar el coche a reparar con lo que se nos fueron 2h de nuestro
precioso día, además el taxista nos decía que él no subía con las carreteras
así y la única solución eran 4x4 locales que, aprovechando la situación,
cobraban 4000irn por cabeza…se acababa nuestra aventura a las montañas nevadas
de Manali.
Pero bueno como no hay
mal que por bien no venga, una vez arreglado el motor, dimos media vuelta y
fijamos rumbo a la magnífica ciudad Rishikesh a la ribera del río Ganjes desde
donde se escribe este post.
PUff!! Vaya historia lo del coche! Nos alegramos que todo haya quedado en un susto y una anécdota más de viajes...tened cuidado chavales!
ResponderEliminarEva&David